viernes, 26 de septiembre de 2008

El futbol y la guerra


Los futbolistas son héroes que van a pelear por la fama de su país. “Esto no es una guerra”, dicen los comentaristas, pero es falso, porque el fútbol es el reemplazo psicológico de la guerra. No recuerdo que filosofo (Emerson o Dewey, tal vez) fue el que propuso el deporte, y la realización periódica de competencias deportivas, como una propuesta seria para acabar con la mala costumbre de acumular armas para usarlas cuando se tuvieran las suficientes. Notar que fue un filosofo. Los juegos olímpicos, los originales allá por el año 700 AC, detenían todo conflicto durante su ejecución.

El fútbol, ahora, es la guerra. Las derrotas en el fútbol se toman de esa manera, comentadas en los diarios, los periodistas con vergüenza, entrenadores que se erigen en salvadores de la patria. Como si hubiéramos perdido un buen trozo de territorio. Zamorano, en sus buenos tiempos, llegaba a Chile como Baquedano después de Yungay. Uno tendería a pensar que las fuerzas armadas están de sobra, pues basta convocar a 25 soldados bien entrenados. O que las mismas fuerzas armadas debieran encargarse de entrenar a los jugadores que van a competencias internacionales. Por lo menos justificarían su existencia. Parece como si el ejercito se hubiera transformado en una antigualla, con su orgullo por victorias de hace 100 años, recordando hundimiento de barcos, toma de cerros, sin mostrar que en las guerras de verdad, las del fútbol, que son las únicas que importan ahora a la nación, Chile no acumula mas que derrotas.

Donde queda claro que el fútbol es una guerra es en Roma. La vieja y querida Roma. Allí llegan los mercenarios, venidos de los rincones mas apartados del mundo. Soldados nubios, egipcios, tracios, lidios, argentinos, chilenos, españoles, nigerianos. Con ellos se organizan batallas en los múltiples coliseos del imperio. Son sangrientas, agotadoras, pero no mortales como antaño. Esto permite dos efectos impensados en la antigüedad: los empates y la existencia de tabla de posiciones. ¿Imaginan dos gladiadores que empatan sin que muera ninguno?