miércoles, 17 de junio de 2009

Los Clásicos

“Libros que parecen hechos como extractos de otros libros”. Esa frase, leída por allí, resume un proceso que es como un juego: sacar un libro a partir de otros libros. Por lo tanto ¿qué pasa con los libros a los que se les puede hacer eso? Son como los clásicos perfectos. Ahora, el editor, el que corta y aplica tijeras es el coautor del libro. Es como el “montajista” y el guionista de los trozos extraídos desde el clásico.

El que corta el libro, el editor – montajista, es también el interprete del clásico. Al igual que hacen los músicos que toman temas antiguos y los reinterpretan a su antojo. Pero ese antojo es función de las circunstancias históricas. Y he ahí que aparece la actual circunstancia histórica del apuro. No se tiene tiempo para leerse todos los adjetivos del mundo. Basta con lo necesario. Ahora bien, que sea clásico no significa que sea perfecto. Puede que el intérprete o editor haya dejado un mejor resultado que el libro original. Obviamente todo será relativo al concepto que se tenga de lo que es perfecto, es decir, todo dependerá de lo perfecto para el público del contexto histórico. Ahora, el punto está que en estos tiempos de exceso de población, exceso de talentos y exceso de intereses, siempre habrá mercado hasta para el peor de los tijereteos posibles salvo para los bodrios demasiado evidentes, si se me permite el optimismo. Porque en este mundo de cosas relativas, al menos uno cree que el concepto de bodrio es absoluto.

Hay otro hecho que puede indicarse: tiene que ver con las múltiples lecturas y novelas que profesaba Cortázar. Libros dentro de otros libros. El libro tijereteado sería una de las opciones, una de las posibles lecturas. La otra, solo para gente con tiempo de sobra, es la opción del libro original.