miércoles, 16 de abril de 2008

Voltaire y el ascenso de la burguesía


Enumerar los beneficios que trajeron al mundo las ideas de Voltaire y quizá toda su generación no es una actividad novedosa. Muchos la han llevado a cabo. Incluyen en la lista de aportes a la libertad de prensa, la educación para todos, la enciclopedia, obras literarias y teatrales. Pero pocos han dicho que, en gran medida desde su obra, se inició el triunfo de dos fenómenos: la revolución industrial y el ascenso de la burguesía. Para el hombre corriente estos datos pueden pasar por alto, puesto que no se les nombra con regularidad. Para quien posea espíritu crítico, sin embargo, esos aportes se vuelven sospechosos de calamidad. La revolución industrial y el ascenso de la burguesía son hechos relacionados entre si y con el capitalismo y la sociedad de hoy tiene su causa en estos dos hechos.

Voltaire nació en 1694 y su verdadero nombre era Francois Marie Arouet. Fue hijo de un notario Jansenista y esto es curioso porque el Voltaie-niño estudió con los jesuitas. Desde su época de estudiante se le conoció como polemista. Cuando ya estaba dedicado a “las letras”, fue encerrado en la Bastilla más de alguna vez por sus opiniones. En una de ellas permaneció cinco meses, al cabo de los cuales debió exiliarse en Inglaterra. La prisión no fue lo único de debió sufrir; también la persecución y el ataque de múltiples enemigos, incluidos algunos que fueron sus amigos inicialmente, como Diderot o Russeau, otro perseguido. Célebres se volvieron las disputas con este último, de las cuales puede decirse que salió triunfador. Sus luchas por la tolerancia, sus burlas a la religión y a la superstición, su apoyo decidido a la burguesía, su pertenencia a movimientos de carácter secreto ( como la sociedad del Temple), unido a su fama y popularidad, allanaron el camino a la revolución de 1789, suceso histórico que no alcanzó a vivir. La muerte lo sorprendió once años antes en París, luego de regresar de un largo exilio de mas de veinte años.

Voltaire se caracterizó sobre todo por su mordacidad y su humor. Conocido como el maestro de la burla, la dirigía sobre todo a lo que él calificaba de irracional. Es innegable que su época abundaba en irracionalidad: asesinatos por discrepancias acerca de el padre es superior al hijo o tan solo igual. Guerras y matanzas se sucedían en Europa a causa de divergencias religiosas. Básicamente Voltaire era Deista, creyente acérrimo de la ciencia (contaba él mismo con un laboratorio y pasaba largas horas en él con su amante Madame Chatelet, haciendo ciencia) y ferviente del comercio como actividad más noble que la tenencia de la tierra. Cayó en el exceso de alabar a Inglaterra, cosa que nadie comprendería un siglo más tarde. Ignoró (o quiso ignorar) el abuso que realizaban los mercaderes coloniales en América y Asia. Nativos morían como moscas por motivos mercantiles. Creía en el gobierno mediante la monarquía, pero su monarca debía ser un hombre educado al extremo de convertirlo en un hombre sabio, que toma siempre las mejores decisiones. Cosa que los hombres del siglo XXI todavía no hemos visto. Es, en ese sentido, el ideólogo del movimiento llamado “la ilustración”. Un hombre como Napoleón Bonaparte lo admiraba, considerándose a sí mismo como el monarca ilustrado que quería Voltaire. Muchos en la Europa de la época opinaban como Napoleón. Fue, justamente, durante el reinado de Napoleón, en que el poder de la burguesía se afianzó y todo lo que soñaba “el maestro de la burla” empezó a ocurrir: empezaron a mandar los burgueses, el comercio fue la gran actividad del siglo XIX, la ideología religiosa empezó a perder adeptos en desmedro de la ideología científica. Se iniciaba el positivismo, el libre mercado y la fe ciega en el progreso y la máquina. Inglaterra de alzaba como el imperio más poderoso de la tierra.

Como puede verse, la buena fama que aún mantiene Voltaire (mucha gente cree que se trata de un rebelde revolucionario al estilo de Che) no implica necesariamente el apoyo a sus principios. Los principios de un Burgués, anticlerical pero creyente, que no le prestaba ninguna importancia al espíritu que, a su juicio, rebajaba las virtudes de la razón. Fue Voltaire uno de los mayores promotores de la racionalidad determinista. Esto ya es criticable: desde la misma ciencia la idea del determinismo ha perdido crédito. Sigue siendo la realidad para muchos trabajadores, sin embargo; entrar y salir a la misma hora, tener el mismo auto y cuando viejos vivir de la pensión. Y es así porque los ejecutivos del país creen en un sistema de administración determinista: Chile sigue bajo la tutela del Taylorismo y la Burocracia.

Voltaire estaba encantado con los comerciantes, los que conoció en toda su magnitud en sus viajes a Inglaterra. Hay miles de argumentos, todos buenos, para apoyar el comercio, pero no podemos olvidar sus abusos. Un ejemplo: cuando los ingleses llegaron a China ésta se negó a comerciar. No les interesaban los productos de la revolución industrial. La situación no tuvo solución hasta que los ingleses conocieron el opio y monopolizaron su cultivo vendiéndolo a los mismos chinos. El té de china corría como el oro a cambio del opio. Se decía que el gigante de oriente estaba drogado, adicto, que nunca despertaría y Marx hizo su célebre relación entre opio y religión. Es pertinente hacer notar que el tráfico y consumo de opio estaba estrictamente prohibido en Inglaterra. A los intentos chinos de liberarse se respondió con las infames “guerras del opio”. Al imperio celeste se lo repartieron las potencias hasta la revolución de Mao. USA, herederos directos del poderío inglés, siguen las mismas costumbres, agregándole la megalomanía. Todo esto proviene de la excerbada racionalidad de Voltaire. En cierta forma, vivimos en la deformación del paraíso que soñaba. Una versión desabrida, exagerada, burda. El experimento de traerlo a nuestra época quizá le haría cambiar rápidamente de ideas y, en una versión idealizada, le convertiría en un intelectual de “izquierda”.

Su idea de racionalidad poseía ese sabor a progreso que uno acostumbra a escuchar de boca del “Instituto libertad y desarrollo”. De Voltaire es la afirmación de que la posición del hombre en el mundo no dependerá más de una autoridad externa sino de su propia actividad libre y racional. Queda claro hacia adonde apuntaba la cosa: la libertad total como ideal. ¿Alguien puede creer hoy en algo semejante?. Ya sabemos que existe el otro, que los recursos no son infinitos, que nuestra sobrevivencia no está asegurada para siempre, que los únicos con libertades totales son los grandes capitalistas y tal vez ni siquiera ellos, porque por lo menos es prisionero de su propia ideología. El hombre es un ser limitado, en el borde de una galaxia promedio y bajo el alero de un sol promedio. No somos el centro de la creación como piensa la soberbia cristiano - capitalista.

Entonces ¿cómo es la cosa? ¿era Voltaire un genio o un tipo que atrasó el progreso del hombre por 300 años? Como dice Sábato, refiriéndose a Aristóteles (que atrasó el progreso por 2000 años), no hay contradicción: solo un genio puede atrasar el progreso del hombre por tanto tiempo. No se crea que toda la culpa es de él. Una de sus últimas obras, Cándido, ridiculiza abiertamente el optimismo de Leibnitz (“vivimos en el mejor de los mundos posibles”), hecho que le valió otra temporada en la Bastilla.

lunes, 7 de abril de 2008

El poder en Nietzsche



¡Que imprudencia! Lo ha expuesto a una
corriente de aire. ¡El superhombre ha muerto!
G. K. Chesterton

1
Cualquier aproximación al pensamiento de Nietzsche debe partir del hecho evidente que tenemos a un solitario ante nosotros. No conocía a cabalidad las relaciones humanas y, por ello, toda su visión del poder estaría plagada de enfermedades mentales. Paranoia, neurosis, depresión, etc. Era un hombre atormentado e incomprendido. Ni siquiera en estos tiempos en que la sicología, la semiótica, diversas formas de filosofía y ciencia han llegado a resultados inimaginables para Nietzsche, podemos decir que lo comprendemos. Es el gran incomprendido. A pesar de que, en su obra, hay por doquier alusiones a si mismo. Si se es un sicólogo convencido e incluso un hombre de la calle, es posible concluir que N era un ególatra como todos los solitarios. Por lo tanto se consideraba depositario de la verdad, siendo él el único en alcanzarla y siendo, por tanto, el primero de los que dieron el salto cualitativo. Para los creyentes en su doctrina N se trata del único profeta: sus verdades deben ser puestas en practica.

2
N, al hacer interpretaciones históricas, a menudo recurre al término raza y a las degeneraciones de esta. Con regularidad se halla combinada con la palabra instinto, dándole a esta un carácter positivo. Se podría conjeturar hasta que punto N era un racista, en el sentido actual del término, quiero decir un nazi. No podemos negar que N hablaba en el lenguaje de su época muy a su pesar. Hablaba para sus contemporáneos, no para el futuro. Hablaba a Wagner y a Schopenhauer. Utilizaba los términos corrientes en aquella época, antes de la aparición de la teoría genética, época de nacionalismos exacerbados, unificación de Alemania e Italia, glorificación de la guerra, carrera armamentista y problemas sexuales producto de la represión Victoriana. Europa produjo a N y N era su mejor reflejo. No puede extrañarnos los términos en que se expresaba: el caso Dreyffus reveló mas crueldad con los judíos. El racismo del imperio Austro-Húngaro hacia los magiares (la etnia mas numerosa del territorio) era evidente, y el de Alemania hacia los polacos. Paradojalmente N se consideraba superior por ser polaco. Incluso tiene palabras de admiración para los judíos. Nuevamente, desde la sicología sería otra prueba de sus complejos de inferioridad. Su confianza en el instinto viene del hecho de creerse un sobreviviente. Solo él seguiría adelante luego de la decadencia de Europa. Sus opiniones no son aisladas, mas bien se presentan con mucha regularidad en artistas e intelectuales, sobre todo posteriores a él. Hay casos de finales trágicos, como John Kennedy Tool y casos chilenos, como Huidobro y Pablo de Rokha. Mas de alguna vez señaló que el intelectual debía realizar una especie de engaño social; hacer creer que estaba integrado, con un pequeño trabajo “burgués”, funcionario o profesor, pero en el fondo siendo un ser apartado y especial.

Cuando N hablaba de raza no lo hacía en los términos que hoy entendemos por esa palabra. Un sinónimo mas cercano sería especie. Él creía en la evolución, pero la selección natural no le parecía el mecanismo para explicarla. “La raza de los superhombres no llegará mediante ningún procedimiento sospechosamente británico como la selección natural, sino mediante el ejercicio dionisiaco de la voluntad de dominio”. ¿Qué es esa voluntad de dominio de la que nos habla? Debemos (¿debemos?) comenzar con el concepto mas básico: Existe una minoría de señores y una mayoría de rebaño. Hay dos morales: una moral de señores y una moral de rebaño. Son antagónicas. Lo bueno para los señores es el puro ejercicio de la voluntad de dominio. Pero las cosas, nos dice, no han conservado su carácter natural. Se ha producido una caída del hombre y los esclavos han llegado a gobernar a los señores. El cristianismo es el que realizó esta gran obra. Todas las religiones de la mansedumbre son enfermedades sociales. Incluidas las nuevas formas (nuevas en su tiempo) de cristianismo decadente: la democracia y el socialismo. N odiaba todas la formas de gobierno democrático y parlamentario, odiaba el liberalismo inglés y el socialismo europeo. Entonces ¿quienes son los señores?:

La voluntad de lo verdadero es una forma de voluntad de poderío. La voluntad de poderío es la forma primitiva de pasión y todas las otras pasiones son solamente configuraciones de aquella.

3
Pareciera que N tenía gran obsesión por el poder, pero esto no es cierto. Si lo hubiera tenido seguramente sus opiniones acerca de la contingencia de su época serían mas abundantes, pero solo encontramos algunas críticas a Bismark. Lo demás es filosofía. Lo que buscaba era algo mas general, una teoría del mundo, un sistema filosófico. Estaba en esa tarea cuando se lo llevó la locura. El libro “La voluntad de dominio” es su último intento y en él quedan aclarados muchos de sus rechazos; podemos entender que cosas quería cambiar por falsas o dudosas en el conocimiento de su tiempo. Habría sido tal vez un avance sustantivo la escritura de ese libro definitivo. La actual coyuntura científica parece dar alguna luz. Siempre se creyó que el determinismo de la mecánica de Newton era una verdad inamovible y el hecho de la evolución y el hecho, aun mas curioso, que tengamos esperanza parecía contradecir la tesis del determinismo. N se adelanto a su tiempo: la voluntad de dominio es la base de esta nueva explicación. Esta base es bastante mas dinámica que “la ecuación fundamental” de Newton. Dicha ecuación siempre ha sido inútil para explicar el mundo de lo vital. Pasar de la partícula individual al mundo de lo vital es un problema no resuelto y se mantendrá así por bastante tiempo mas. N nos habla de una ley que ayuda a la comprensión del mundo de lo vital: la vida es esencialmente un esfuerzo hacia un aumento de poderío. Esta voluntad es la mas íntima e inferior, es decir, esencial. N nos habla del mundo interno de los hechos y nos dice que este mundo contiene una cierta voluntad que lucha y que vence. Luego explica que todas las hipótesis del “mecanismo” no son hechos en sí sino interpretaciones hechas con la ayuda de ficciones síquicas.

La voluntad de poderío es una explicación para el mundo de lo vital no una recomendación para los políticos. La verdad es que N recomendó mas de alguna vez que este instinto esencial fuera dejado mas libre de lo que era en su tiempo, porque en su tiempo ningún instinto era dejado libre. Dejar este libre significaba un avance. N llamó señores a aquellos que dejan ese instinto libre y rebaño a los que se rigen por formas añejas, como el determinismo, el idealismo Kantiano o la democracia. Hubo señores, pero ya no los hay mas: el cristianismo los liquidó. N era un poeta y como todo poeta hizo una metáfora de su idea: Dionisio era la imagen del hombre que pone en práctica el instinto de la voluntad de poderío. Se pueden hacer críticas a la elección de esa metáfora, a la luz de nuestro actual conocimiento de mitología griega. A su época, sin embargo, dicha metáfora era significativa. NO fue la única metáfora: Napoleón, Wagner y Bismark estuvieron también en su lista. Pero eran hombres de carne y hueso, no metáforas; terminaron traicionando al final y N les perdió la confianza.

N, al final de su vida, no desconocía esto, “sin embargo la criatura tiene necesidad de los contrastes”. Pero estos contrastes o resistencias a la voluntad de poderío la refuerzan y obran como estímulo a la vida.

4
Un hecho interesante es que nos habla del placer. El placer, dice, se produce con la satisfacción de la voluntad de poder. El desagrado viene con la resistencia. De tal manera que placer y desagrado con indicadores claros del estado de la voluntad de dominio. La causa del placer es el hecho de que la voluntad quiere avanzar y es, siempre, nuevamente dueña de lo que encuentra a su paso. Es decir, el placer no está en el triunfo sino en la lucha. En este sentido se comprende el gran apego de N por los conceptos de la religiosidad germánica. El cielo germánico es un lugar donde la batalla es eterna. Todo el día luchan los guerreros, incluso mueren. Al día siguiente los muertos se levantan y continúan la batalla, por siempre. Es también comprensible su admiración al guerrero como imagen arquetípica absolutamente opuesta al sacerdote. Este ultimo es vil y astuto. El rebaño en cambio no tiene esta concepción, sino la del hombre feliz, aquel que siente placer cuando está cómodo, con una vida tranquila, con mujer e hijos, sedentario, ojalá muriendo en su cama, guiado por el sacerdote. Para el germánico morir en la cama era la peor de las muertes. Se podría decir que N era un hedonista y él mismo no rechaza esta filiación: los filósofos presocraticos son un ejemplo de señorío. Sócrates, nos dice N, acabó con eso.


5
No se puede negar que N tuvo gran influencia en la lucha por el poder. Los Nazis lo utilizaron y falsearon. Los fascistas de Mussolini lo veían como el profeta: los italianos eran los nórdicos del sur. Mucha de esta confusión fue causada por su propia hermana, que se convirtió en depositaria de su obra y guardiana de archivo Nietzsche. Se hizo nazi y falseó mas de alguna vez los escritos de su famoso hermano por órdenes de Goering. Todo no fue más que un terrible malentendido. Al parecer, alguien habló de la vida y todos creyeron que se refería a la muerte.

Bibliografía:

[1] F Nietzsche, “La Voluntad de Dominio”
[2] Crane Brinton, “Nietzsche”
[3] Geoffrey Bruun, “La Europa del siglo XIX”
[4] J.L. Borges, “Antiguas Literaturas Germánicas”
[5] H. Marcuse, “Razón y Revolución”