jueves, 7 de enero de 2010

La oralidad, algunas ideas al respecto

Algunos pueden pensar, o quieren pensar, que entre lo oral y lo escritural existe una tensión no resuelta, o mal resuelta, que, al final, no sería más que la prueba de la superioridad de una por sobre la otra. Pero la visión dialéctica simplifica demasiado las cosas. Me da la impresión que todo es más complejo, muchísimo mas complejo, que un mero enfrentamiento entre las partes.

En los tiempos más antiguos, cuando el hombre no tenía forma de transmitir de manera escrita sus historias, lo hacía contándolo de generación en generación. Mediante el habla pura y simple. Y de esa manera las historias se “registraban”, porque la gente las escuchaba y las recordaba. Vargas Llosa cuenta en su novela “El hablador” que en la selva existe un personaje dentro de la tribu que “cuenta historias” a los otros grupos, yendo de aldea en aldea. Cada una de las aldeas espera con ansia la llegada de este contador de historias. Le regalan comida, lo alojan, lo tratan como si se tratara de un grande hombre. Este contador de historias se vuelve la memoria de la tribu. Lo mismo podemos decir de los “bardos” y los juglares medievales, que gracias a su memoria oral lograron hacer perdurar el cantar del Mio Cid o la Canción de Roland. No hay que olvidar que Odin (o Wotan), dios tutelar del panteón germánico, era un dios poeta y que, por lo tanto, era también la memoria de la tribu. Pensemos también en alguien como Homero. Un tipo (que ni siquiera se sabe si tuvo existencia real) cuyo oficio fue armar las historias y armarlas “cantadas” antes que escritas. Los poemas homéricos eran aprendidos por todos los griegos. Otros importantes ejemplos de literatura que fue primero oral antes que escrita, son los mismos mitos griegos. Más aun, los mitos de todas las culturas. Dentro de esta familia está uno de mucha importancia para nuestra cultura: la Biblia. Pura literatura oral, transformada al papel por los rabinos luego que volvieron del exilio en Babilonia.

De lo que estamos hablando es de pre-historia, en el sentido usual que se da al término: se da inicio a la historia con la invención de la escritura. Uno puede decir, casi con ingenuidad, pero también con optimismo, que la mejor manera de acercarse a la prehistoria, ese territorio enigmático del que los novelistas, cineastas y paleontólogos tratan de decir algo pero no pueden, es a través de las literaturas orales del mundo. Paradojalmente, muchos mitos ya han sido transformados en papel.

La expresión “prehistoria” parece referirse a un pasado lejano, pero no cabe duda que todavía existen pre-históricos. Lo curioso es que en estos tiempos no existe una única forma de hacer “historia”. Escribir historias en una hoja de papel no asegura nada. Desde el punto de vista de la definición académica de historia, estamos claros que “fijación en el papel” asegura ajustarse a la definición. Pero se trata de un ajuste platónico. En algún registro del “mundo de las ideas”, se guarda ese “texto escrito” que una niña con pena escribe acerca de su primer aborto, etc. Pero ese registro “histórico” estará tan hundido en el olvido del cajón del velador que es como si la historia de la niña fuera más bien pre-histórica, dado que ella se puso a contar lo que le pasaba a cada una de sus amigas y así la historia (casi como decir “el canto” de la bardo-niña que se lamenta de su destino) se expande hasta llegar a todos los que quisieron saber. Es decir, la oralidad puede transformarse en un mecanismo más poderoso de transmisión. A un nivel solo un poco superior se halla la poesía oral que se lee ante el público, ante la gente, en cafés o barsuchos de mala muerte. Que esos poetas hallan escrito de manera más o menos ingeniosa no asegura nada. No asegura ser historia.

Sin duda el nivel más alto es el que proporciona, además, algún grado de ruido mediático. Dentro de estos se hallan los escritores de best seller, por ejemplo. Sus historias pasan a formar parte rápidamente de la historia. Sin embargo, hay detalles en esto: dado que hablamos de un best seller, un libro de consumo rápido, diseñado para ser olvidado con rapidez (de lo contrario puede que al lector le dé la tentación de no leer nunca más ya que encontró “el libro verdadero” situación peligrosa para el mercado) hace que la historia tenga nuevamente esos componentes pre-históricos: libro abandonado en el sótano, libro que se vende ante la menor urgencia, libro que termina vendido a precios ridículos en las secciones de saldos.

Por eso la apuesta de todo escritor que se precie es hacer historia y pre-historia y en ambos dejar una huella perenne. Las grandes editoriales, conociendo esto, llevan a sus autores a dar charlas y conferencias. De esa manera cubren todos los caminos posibles.