Mostrando entradas con la etiqueta Cine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cine. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de abril de 2011

El Padrino y la justicia

Se dice, casi un lugar común a estas alturas, que la venganza y la justicia son cosas muy diferentes. Y estoy de acuerdo con eso. Pero ese es un alcance más bien teórico En la práctica empírica la justicia “real” funciona como venganza, absolutamente. Casi podría aventurar: no me extrañaría nada que ambos entrañaran el mismo mecanismo neuronal.

Un ejemplo literario de esta relación exquisita entre venganza y justicia (la venganza es un plato que se come frío, etc) es “El padrino” (que es como decir, su autor, es decir Mario Puzo). En él se lee que a cada falta se le corresponde un castigo que debe ser equivalente. Eso se le dice El Padrino a Bataglia cuando pide la muerte para el que violó a su hija. Alguien podría objetarme la frivolidad del ejemplo, pero por suerte tengo un As bajo la manga: Levy Strauss. Según este antropólogo (un estudioso de los regalos) cada vez que se realiza un regalo debe ocurrir una “devuelta”. Si este intercambio equilibrado no se produce, a la larga la sociedad lo paga caro. Ahora bien, en mi opinión el castigo es una especie de “regalo multiplicado por –1”, es decir, un “antiregalo”. Y por lo tanto su economía debe ser cuidada con el mismo equilibrio y, de esa manera, las impresiones de Mario Puzo (la ética del padrino) resultan del todo justificables.

En ese sentido, la pena de muerte me parece con poco sentido práctico: el castigado con la muerte sufre el brevísimo instante de la muerte. Luego, todo es paz, dado que no creo en la existencia del infierno. La cadena perpetua es infinitamente peor, porque es estar muerto en vida.

viernes, 8 de octubre de 2010

La pena de muerte y "el secreto de sus ojos"

LA pena de muerte siempre divide a las audiencias, sobre todo cuando ocurren hechos de sangre. El resto del tiempo, ni pío. Por eso el tema se reflota con los casos de psicópatas que violan y matan niños, por ejemplo. Los de derecha proponen lo de siempre: debe volver la pena de muerte. Los de izquierda dicen lo de siempre: la pena de muerte está abolida y está bien que lo esté porque aplicarla es inhumana.

Pero nadie, o casi nadie, al menos a nivel periodístico, piensa en lo relevante: el castigo. Y la pregunta es, ¿qué es mejor castigo, matar a un sujeto o tenerlo encerrado por toda la eternidad?. Es claro que si el sujeto muere de un balazo o una inyección letal, el sufrimiento se reducirá solo a las pocas horas anteriores a la muerte. Como parte de ese sufrimiento se produce el clásico proceso de espera de los condenados a muerte y que ha sido retratado millón de veces por películas, libros, etc. Me detengo en un cuento relativamente esclarecedor: el Muro del socito Jean Paul (Sartre).

Por otro lado, el condenado a cadena perpetua vive una condena que a mi, en lo personal, me parece mucho peor: permanecer encerrado y privado de libertad por todo lo que queda de vida, con todo lo que ello conlleva. Morir de inmediato acorta el castigo ante la perspectiva del encierro.

La distribución de los opinantes es muy sintomática en este caso: los de derecha casi siempre apoyan la pena de muerte y los de izquierda casi nunca. ¿Por qué se da este fenómeno?. Yo creo que la explicación se halla en el concepto de infierno. Al derechista la pena de muerte le parece un castigo mucho peor, porque en el fondo de su mente desea que el condenado sufra de inmediato el infierno del más allá. La izquierda, en cambio, hace rato que ha dejado de creer en la existencia del infierno, por lo que la muerte le sabe a escapatoria. El izquierdista “humano” quiere ver al criminal castigado acá.

Un caso extremo de un hombre que no cree en la pena de muerte y que quiere ver el castigo ejecutado acá en la tierra es el que muestra la película “El secreto de sus ojos”. Lleva al imaginario una opción de justicia por las propias manos. Por supuesto, esa clase de justicia es mucho más complicada y cara de ejecutar. El que se quiere satisfacer de un agresor mediante la pena de muerte, sin duda la tiene mucho más fácil.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A propósito de Gomorra

Uno de los motivos de la idealización que se ha hecho de la mafia tiene que ver con Hollywood. La trilogía “el padrino” es clara en señalar la ética y las buenas razones de la mafia. Muchos telespectadores en sus casas piensan, de inmediato, en ser mafiosos. Parece un mundo atractivo. Sin embargo, no son esos los verdaderos mafiosos. Los verdaderos mafiosos se dedican, actualmente, a negocios bastante más turbios y feos que producir toneladas de coca. Los negocios de la mafia son, actualmente, más peligrosos para el ser humano y no necesariamente ilegales. Son éticamente reprobables. Dentro de ellos, los crímenes ambientales. En muchos países la regulación ambiental es tenue o inexistente, de tal forma que se transforman en el sitio ideal para asentamiento de sujetos sin escrúpulos, los que, convencionalmente, llamamos mafiosos. De los crímenes ambientales, me tocará hablar más adelante.

De todas formas queda la duda, ¿cómo definimos, en términos más genéricos a un mafioso? ¿Quiénes pueden calificarse de promotores de la ética mafiosa? El punto es que no solo el bajo mundo puede calificarse de mafioso u “organizado en torno a actividades reñidas con la ética”. El “buen mundo” también se permite esta clase de orgánicas. Tenemos por ejemplo, toda la gran familia de resquicios legales, cuyo objetivo es ayudar a conseguir objetivos a determinados grupos de poder. El grupo de poder y su estudio de abogados llegan a una total simbiosis en este aspecto. Ambos luchan para conseguir el objetivo. Esos objetivos pueden ir desde conseguir “pasar” determinado requisito gubernamental hasta ganar un juicio de trabajadores, clientes insatisfechos o entornos contaminados. En todos los casos nombrados puede ocurrir que el grupo de poder sea el culpable o por lo menos tenga una responsabilidad importante en los hechos. Por su propia naturaleza, el grupo de poder comete acciones que no son evaluadas hasta el infinito, salvo regulaciones gubernamentales. En la defensa de los puntos anteriores, en la minimización de responsabilidades el abogado es llevado a cometer actos reñidos con la ética, aunque casi siempre “legales”. Los actos “reñidos con la ética” (expresión que parece eufemismo de algo gravísimo), tienen, todos, la potencialidad de realizar daños futuros.

No voy enumerar todos los aspectos y detalles de una simbiosis como esa, pero el punto es: una orgánica de esta naturaleza contiene características mafiosas. Dichas características yo la enumeraría como:

1. Poseen un código elaborado para comunicarse entre los distintos integrantes.
2. Dentro de las leyes estrictas o no escritas se encuentra la ley del silencio.
3. Existe la muerte dentro de la organización. Esta muerte puede ser real, pero no es aún el caso de Chile. En Chile el castigo es la degradación social que significa el desempleo y la posibilidad cierta de no volver a tener un trabajo dentro del entorno mafioso. Puede ser “la quiebra” si es que el desleal es otra organización, “un subcontrato” por ejemplo.

Por lo tanto mi conclusión es: todo el mundo puede funcionar como una red de mafiosos, en determinado periodo o quizá siempre. Por supuesto, el caso de las farmacias coludidas asoma como primerísimo ejemplo.

martes, 24 de febrero de 2009

Contrabatman

Lo primero que un posible espectador debe saber, cuando se pone en trámite de ver la película, es que está frente a una película para niños. Ese es el código básico: entusiasmar con una historia insulsa y llena de clichés y guiños a otras películas o a otras historias. Se me argumentará que toda historia viene de otra o como diría Borges “toda escritura es una reescritura” ( en una frase que además no es de él), claro, todo eso es verdad. Pero el talento del director está en que no se note cuando se ha pedido prestado de otras películas.
Una historia prestada (aunque se desarrolla distinto) es la historia de amor que se presenta en Batman. Se trata de un triángulo amoroso. Por un lado el solitario Bruce Wayne, un héroe en la oscuridad y que para los ojos del mundo es un frívolo dandy. Por otro lado el héroe “público”, el héroe que se maneja en el mundo de la política real, es decir en el mundo de los adultos. En medio: la chica, que ama a Batman, pero que prefiere quedarse con el héroe real porque no es correcto que una chica como ella abandone al verdadero héroe por irse con un “ser de la oscuridad”. Hay que decir que, a pesar del heroísmo indiscutible de Batman, éste no deja de ser un niño que ama demasiado los juguetitos. Después volveré sobre el tema de los juguetes. Pero por ahora: la historia de amor que se presenta ya la había mostrado Casablanca. Por un lado Rick y por otro lado Víctor Laszlo. Este último un verdadero héroe húngaro que busca la liberación de su país. La chica se queda con el héroe porque es lo correcto. Lo curioso es que en ambos casos “el ser de la oscuridad” (Batman o Rick, que incluso se hace acompañar de un pianista negro) acepta que lo mejor es que la chica se quede con el héroe público. Y están dispuestos a verla partir, aunque la besen antes de dejarla.
Por eso en Batman uno espera que la chica se vaya con el héroe y que batman se aleje hacia el horizonte con una melodía triste de fondo. Pero no, no ocurre eso. El héroe publico (en lo que podría calificarse de una continuación de Casablanca traducida a los parámetros Marvel), se transforma en una especie de monstruo que busca destrucción y venganza pues el malvado de la película (el guasón) le ha envenenado el alma con lo único que podía quitarle el heroísmo: la muerte de la chica. ¿Por qué el director, el guionista o quien haya tenido la idea eligió ese camino?. Por una razón muy simple: había que salvar la imagen y reputación de Batman. Creo que Batman disfrazado de Humprey Bogart no quedaba bien frente a los niños. Había que dejar en claro que frente al guasón, que es un rival de peso, sería Batman quien triunfe. La muerte de la chica es un sacrificio: no creyó suficiente en la misión de “el señor de la oscuridad”.
Vuelvo al tema de los juguetes. Claramente Batman es un niño grande que utiliza toda su fortuna para crear juguetes cada vez más sofisticados con los cuales oponerse al mal. Ahora, esos juguetes, además traen aparejada una imagen de héroe que retrata muy bien a los norteamericanos. No se trata de un héroe como El Zorro o Bruce Lee que triunfan gracias a su habilidad. Se trata de un héroe que triunfa gracias a ingenios tecnológicos. Exactamente como triunfan los gringos en medio oriente. Por lo tanto es Batman una metáfora de héroe con tufillo a partido republicano. No es un héroe, nuevamente, como el zorro o Manuel Rodríguez que están siempre “contra la autoridad”: batman es amigo de las autoridades y su objetivo es ayudarlos. Es también el tipo que trata de hacer justicia con sus propias manos, exactamente lo que propone la agrupación.
Corrijo el inicio del artículo: es una película para niños, sí, pero para niños que serán los Conservadores del mañana. Véala con moderación.

martes, 13 de enero de 2009

Spider (de Cronemberg), un hombre sin sentido de realidad

Siempre se presenta la dicotomía entre las películas “profundas” y las películas “entretenidas”. A las primeras se las califica de serias y a las segundas de frívolas. Sin embargo, a mi juicio existe un amplio grupo de películas donde dicha dicotomía no existe. “Spider”, de David Cronemberg, es una de ellas.

Desde la escena inicial, el filme nos plantea el reto de entrar en la mente del personaje y saber que pasa en ella. Lo que pasa por la mente del sujeto (no es lo único) es la alucinación, lo comprendemos con el correr de imágenes pesadillescas y degradadas. Spider es un hombre alucinado que cree saber con claridad como funciona el mundo, pero su aspecto angustiado delata un permanente estado de sospecha y temor respecto de su entorno. Spider está siempre desconfiando, siempre sospechando y siempre mascullando comentarios para sí, que los demás no oyen. Hacia el final de la película (y con esto me adelanto bastante), la realidad se le aparece una cosa extrañísima, que no comprende, que no ha comprendido nunca. Que no comprenderá nunca y que volverá a jugarle malas pasadas.

Por suerte para el hombre hay una cierta constancia en la vida, por lo tanto puede realizar estrategias de sobrevivencia. Son las estrategias de sobrevivencia correctas para el mundo en que cree vivir, después de todo Spider no es tonto. Pero esas estrategias de sobrevivencia, que van haciéndose cada vez más peligrosas para quienes le rodean, y más peligrosas para el propio Spider, chocan con lo inesperado de manera creciente. Y al hacerlo, el personaje sufre una creciente perdida de sentido. Como su actuar, además, está contra las normas del mundo “normal” (Spider es un “anormal” durante toda la película y durante toda su vida) se le caracteriza como “loco” y, de esa manera, Spider ha tenido que pasar encerrado bastante tiempo. El encierro no es solo generado por el sistema de salud. Lo genera también el propio Spider. Ese es aproximadamente, el giro de los acontecimientos en la película.

Podría decir que “el fondo de la película es la locura, la forma en que la locura atrapa a un hombre y lo vuelve un ser marginal”, pero esa es solo una primera lectura. Porque la película también nos presenta una visión crítica de la familia pequeño burguesa. La familia de Spider, en su niñez, es su padre y su madre. Un entorno correcto y adecuado desde un punto de vista democristiano y, sin embargo, es este ambiente el que engendra una mente como la de Spider. ¿Por qué?. Cronemberg no hace aquí una presentación realista de las familias, sino una representación altamente simbólica; no es fácil darse cuenta al ver la historia por primera vez. Hay, en todo instante, una dinámica Edípica en el comportamiento de todos los integrantes. Es una figuración Edípica bastante canónica, por lo demás, donde cada uno de los personajes juega su papel a la perfección. El niño odia al padre que le quita a la madre, a “su” madre, a la madre tal como Spider la quiere, buena y pura. Se la reemplaza por una mujer burda y chabacana, una prostituta de la calle, que bebe, fuma y se comporta de manera lujuriosa. Estas dos madres, que Spider pone (y “opone”) en evidencia con su visión de mundo, son al final una sola persona y el personaje lo descubre demasiado tarde. A esa altura su mente se ha separado de la misma forma en que lo ha hecho su madre.

El filme también muestra una cierta visión acerca de la infidelidad. Una infidelidad que aparece en el padre de una manera desagradable, ligada al crimen y a la irracionalidad. Es más una urgencia sexual, perversa, que una aventura de amor. Se nos aparece un tipo que está deseando escapar de su hogar, de una casa quizá demasiado monótona y calma. Para la mente de Spider (todo el pasado lo estamos viendo a través de sus ojos), su padre elige a la primera mujer que le satisfaga la urgencia y con eso el padre destruye a la madre y a la “familia feliz”. La mujer hace algunos esfuerzos por evitar la infidelidad. Se compra ropa sexy para atraer a su hombre. En los ojos de Spider, la mujer no logra retener a su hombre. A pesar de ese fracaso, Spider comienza a entender que no es él el favorito de su madre, ni es él el único que atrae su atención. Spider comprende que su madre está pactando con el enemigo (su propio padre). La infidelidad del padre se desarrolla rápidamente a los ojos de Spider. Todos en la platea participamos en el desprecio por la amante y por el padre. “Son unos malditos criminales”, escuché decir en la butaca de al lado. En cambio, profesamos gran ternura a la madre, una mujer inocente y buena.

El director logra, con gran maestría, convertir al espectador en una variedad de Spider. Hasta que nos llega la sorprendente verdad final. Y los sorprendidos somos todos, el personaje y los espectadores. El espectador siente que él también merece el encierro, que él también está loco, que su propia madre está dividida en dos. La escena del automóvil alejándose hacia el manicomio es también un alejamiento hacia la infancia del personaje. Una segunda vuelta es necesaria. Cosa que, gracias a nuestro poder como espectadores, podemos llevar a cabo para salvarnos de la locura. Spider no tiene tanta suerte; ha entrado en un ciclo infinito. Conocer el secreto (“la verdad”) permite acercarnos a otros detalles que pasan desapercibidos al principio. Detalles constructivos que nos convencen de haber sido engañados durante mas una hora. Un pequeño pero importante ejemplo: existe una sola actriz para representar a tres personajes distintos que van pasando por la cabeza del protagonista. Sin embargo esos personajes son todos el mismo: una visión, una parte de la madre, una de las formas bajo las cuales se manifiesta la madre.

Es una película absolutamente recomendable. Una película que, si peco de exagerado, debieran verla todos los Santiaguinos las dos veces que señalo. Esta película es ideal para resolver conflictos Edipicos y de esa clase de conflictos el santiaguino está lleno.

martes, 9 de diciembre de 2008

Brazil, una anti-utopía

Muchas cosas se han dicho acerca de la película Brazil. Entre ellas, la más recurrida, es aquella que dice “se trata de una película que retrata la alienación del mundo moderno”. Es curioso observar, sin embargo, que no se trata de una película sobre el futuro, tal vez ni siquiera sobre el presente. Por supuesto, la película es mucho más de lo que el análisis revisteril ha querido mostrar.

Partamos por lo básico. Brazil cuenta la historia de una ciudad, y de un hombre dentro de ella, que viven la burocracia al punto que esta lo domina todo, incluido el terreno de los afectos. El sistema se hace funcionar de manera “perfecta” a base de miles de funcionarios ordenados y eficientes que jamás cometen errores. Al menos eso es lo que pregonan los líderes. El protagonista es otro funcionario más, un tipo existencialista, que se cuestiona su entorno y, mas aún, cae constantemente en el vicio de la ensoñación, lo que lo lleva a vivir una especie de doble vida. Es un hombre con deseos de rebelarse y diariamente lleva a cabo algunos pequeños e inocentes sabotajes. Hasta que termina convirtiéndose en un auténtico rebelde. Y eso le lleva a un destino inevitable, del tipo que corresponde a esa clase de marginales.

Como ya lo adelantaba, no se trata de una película que hable del presente, no para mi gusto. De todas formas es un futuro que pudo “haber sido” de continuar las condiciones imperantes en el ámbito estatal hasta finales de los 70. Pudiese ser que relate de manera eficaz la realidad del Uruguay de los 60, ese que aparece retratado en novelas como “La Tregua” de Benedetti o “Un pequeño Café” de Marco Denevi. Del Uruguay de esos años, se decía que era “toda una enorme oficina”, a tal extremo lo había consumido la burocracia. Prácticamente todos en Montevideo trabajaban para el Estado, en alguna de las infinitas reparticiones públicas que le componían. Estamos hablando de una época en que no existían computadoras, lo que significa que no era posible acumular información en formato electrónico hasta un limite casi infinito, como es la situación actual. Tampoco existía la capacidad de procesamiento electrónico rápido. En definitiva, la solución fue convertir al estado en una “máquina de procesar” donde cada elemento hacía tareas únicas y diferenciadas. Una especie de “Fordismo” aplicado a las organizaciones. La película “Brazil” muestra una realidad burocrática llevada al extremo. Salvo que hay un nivel de desarrollo tecnológico un poco mayor. Básicamente se mantienen las mismas soluciones tecnológicas de los 60: las computadoras son máquinas de escribir, las pantallas son las utilizadas en los antiguos “microfilm” (aún se pueden ver algunos en el poder judicial chileno), los automóviles del empleado promedio son “huevitos”, el papel y el archivador son los elementos fundamentales, el correo es “neumático”, etc etc. La película está llena de pequeños detalles tecnológicos semejantes.

En Brazil todos trabajan para el estado y el que no lo hace se muere de hambre o se hace rebelde, lo que significa que empezarán a buscarte. De esta forma, el estado se ha metido en todo, lo que hace de esta película un buen ejemplo de obra “Antiutópica” como Fahrenheit 451, 1984, Matrix o Un mundo feliz. En todas ellas se imagina un mundo, en los que un cierto “sistema”, totalmente lejos del control de los ciudadanos, rige y ordena el mundo. El apelativo “anti” viene del hecho que, para el espectador, dichas invenciones son poco deseables. Se plantean moralmente como advertencias, respecto de elementos especialmente totalizadores dentro de la sociedad presente. Por ejemplo, 1984 las emprende contra la televisión y Un mundo feliz, contra las drogas “socialmente establecidas”. Para el caso de Brazil, es absurdo pensar que ese mundo pudiese existir alguna vez: ya estamos demasiado acostumbrados a no ser funcionarios de maquinarias estatales y a un cierto tipo de paradójica “libertad” dado por la instantaneidad del mail, del celular y las noticias al instante. A una sociedad como la nuestra le acecha mucho más un futuro como el mostrado por Matrix, y eso la hace más inquietante que Brazil.

De todas formas, Brazil es una película compleja y llena de metáforas, por el hecho de hablarnos, además, de la evasión. La forma en que el personaje escapa a la totalización y al sistema, es mediante sueños. Sueños que pronto van mezclándose con la realidad, a medida que el avance de los hechos convierte al protagonista en un marginal. El formato de esos sueños contiene muchos de los paradigmas del héroe: la heroína pura y bella, el rapto de la heroína, el horrible monstruo muchísimo más grande que el héroe (resabios del David contra Golliat), la gran batalla del héroe contra el monstruo, el triunfo final gracias a la osadía y la astucia. Pero el protagonista no es un héroe épico. Es un héroe tragicómico y es posible establecer paralelos indudables con otro de los grandes héroes tragicómicos de todos los tiempos: el mismísimo Quijote. Para muestra un botón: la delicada dama de los ensueños del protagonista es, en la realidad, una mujer ruda y vulgar, una auténtica Aldonza Lorenzo de la era burocrática.

A mi gusto Brazil es una película totalmente superada en términos políticos, sin embargo, su estética, su descripción fidedigna de una época, su forma de abordar el eterno tema del héroe, sus guiños al Quijote, su guión establecido 100% sobre la ironía, la convierten en un clásico.