martes, 24 de agosto de 2010

La brutalidad hoy

Por lo general la gente habla de la brutalidad como una de las graves lacras que existen aún en nuestra sociedad. De todas formas, creo que la historia demuestra que antes fue peor. Si uno realiza lecturas someras de Foucault, (Vigilar y castigar) se da cuenta que los métodos de castigo han evolucionado desde una desgarradora maldad, en términos carcelarios, a los actuales sistemas en que se extrae al ser humano dañino (porque representa un peligro para la sociedad) y se le recluye en recintos de costosa mantención. Se entiende que la libre circulación de esa clase de sujetos podría causar daño a la sociedad de la que forman parte.

La brutalidad en la antigüedad superaba con creces la existente en la actualidad. Antiguas naciones, como los escitas, los asirios, los espartanos y los hunos han sido célebres por su capacidad de exterminio. Los aztecas y mayas, otro tanto. Estos últimos dos pueblos poseían un gusto especial por la sangre, entendida no como brutalidad sino como una cuestión de expresión religiosa. Actualmente no existen rituales de sangre en los que se extraiga el corazón de la victima ante miles de espectadores. Matar es ahora una actividad desconocida para la mayor parte de los habitantes de las ciudades, que son, al menos en Chile, el 80% de la población. Actualmente los habitantes de las ciudades son capaces de matar insectos, pero ignoran todo acerca de matar mamíferos. Eso no hace falta: un sistema ejecuta la muerte para alimentarnos. La pena de muerte en humanos ha sido eliminada en muchos países y el objetivo de las guerras es minimizar las muertes de soldados, no exponerlos y reducir a cero las victimas civiles. Por supuesto esto no funciona siempre, pero campañas como la de Afganistán, donde se toma una capital en pocos días, con pocos soldados y con relativamente pocos muertos serían impensadas antiguamente. Solo pensemos la cantidad de muertos que hubo en la tercera guerra púnica o en una de las campañas de Alejandro magno, o las muertes civiles, violaciones y torturas ocurridas durante la segunda guerra mundial.

Otro de los elementos que se debe tener en cuenta en la actualidad es la relativamente baja cantidad de prisioneros. USA tiene algunos en Guantánamo. En otras guerras regionales, como la de los tigres tamiles en Sri Lanka hay mayor número de ellos, pero ¿cuántos prisioneros de guerra, reducidos posteriormente a la esclavitud, llegó a tener el imperio romano? Sobre 300 mil en los tiempos de Espartaco. Un enorme número de personas que habían sido trasladadas forzosamente desde sus lugares de origen hasta las villas de los nobles romanos. Una cosa parecida hacían los chinos, los mongoles o los mayas, por esa época. Actualmente se estila la “autoesclavitud”: no viene el imperio a hacer traslados masivos. Son los mismos “esclavos” los que pagan su pasaje y se movilizan con esfuerzo hasta las villas de los nobles Europeos o Norteamericanos. El último de estos traslados masivos que yo recuerdo es el realizado por Stalin a las tribus Kalmikiyas o los traslados masivos del Khamer Rouge en Cambodia.

Sin embargo, la brutalidad aún existe y la pregunta lógica es el motivo de su aparición. Se trata de una pregunta de una amplitud pasmosa y de una complejidad inalcanzable. Sin embargo, puedo recordar un hecho o, más bien, una película que se transforma en un ejemplo explicativo de surgimiento de la brutalidad. Me refiero a la película Ciudad de Dios. En ella se muestra como se genera una guerra de pandillas en una favela brasileña y como se cumple la vieja premisa: la violencia genera más violencia. Si esto, además, se da en un contexto de escasez y con abundante consumo de drogas, el resultado final es una guerra indescriptible, donde los participantes dejan de tenerle miedo a la muerte. La venganza es corriente, la insensibilidad y la creencia de que el otro ya no es parte de la humanidad. Al estar frente a un “no humano” se vuelve mucho más fácil matar o torturar.

Hay otros dos factores que se deben incorporar en la ecuación. Uno de ellos tiene que ver con las drogas y el otro tiene que ver con el sexo. Ambos han sido muy influyentes en el desarrollo de determinadas guerras. El uso de estimulantes durante la guerra ha sido una cuestión que se ha dado de muy antiguo. De esa forma tenemos la marihuana dentro de los ejércitos mexicanos, el opio y el láudano dentro de la guerra civil norteamericana, la pólvora mezclada con aguardiente en la guerra del pacífico, el vodka entre los cosakos, etc. Muchas culturas incluyen, dentro de la preparación de la guerra, la ingestión de sustancias que permiten el triunfo o soportar de mejor forma los dolores de la guerra. Por supuesto, el uso de determinadas drogas ha tenido, a su vez, efectos nocivos dentro del trato a los enemigos.

El otro elemento, el sexo, es también un factor de suma importancia. Muchas guerras se iniciaron con el objeto de conseguir mujeres. Así fue, según la tradición, el inicio de la guerra de troya: el rapto de Helena. Lo que configura al rapto como un motivo realista para iniciar guerras, al menos en los tiempos antiguos. Podemos recordar también las costumbres de los indios chiquillanes que durante la colonia bajaban de la cordillera para raptar mujeres y llevarlas a las montañas. Lo mismo hacían los cheyennes. Ese fue también el motivo de la muerte del padre de genghis khan.

Vuelvo a la película ciudad de dios: el sexo y las drogas son determinantes en el inicio de la guerra mostrada. Sin embargo, parece que las guerras validadas como tales, guerras entre países, escasamente tienen origen en cuestiones sexuales. Siempre son cuestiones económicas.

Por ultimo, un importante elemento que ha venido a disminuir la brutalidad en las guerras oficiales es el uso cada vez más extendido de la imagen. Todas las guerras oficiales se han vuelto mediáticas. Y el público censura fuertemente ciertas prácticas. Al menos, siempre existirá una capa de la población que realizará una protesta o una crítica.

Pero, por supuesto, una cosa muy diferente son las guerras no validadas por los entes internacionales, guerras en las que participan elementos con escaso valor moral: traficantes contra el estado, talibanes islámicos contra la “democracia” afgana, separatistas Cachemires, narcos mexicanos, etc. Parece ser, después de todo, que la guerra se ha transformado en una herramienta incómoda y que muy pocos están dispuestos a asumir.

viernes, 20 de agosto de 2010

Lo definitivo

Siempre el arte nos viene con un bluff: nos quiere hacer creer que determinada obra es “definitiva”. Caer en la categorización de lo definitivo es una tentación muy común del arte y parece que está en la constitución de su lógica. Montones de veces se ha oído decir: tal propuesta es la cumbre. Es decir, luego ya no viene nada más, o todo lo posterior es un intento de llegar a los talones. Pero los artistas posteriores persisten en el intento. Y alcanzan una nueva cumbre y así. La verdad, no hay ninguna cumbre. Hay un grupo de fans engrupidos que poseen un escaso sentido de pertenencia y desean satisfacerlo siguiendo “algo”. Algo que les haga sentir, aunque sea por un rato, que han llegado a la verdad. Cuando un ajeno los cuestiona, empiezan los problemas para el cuestionador. Podrían, incluso, llegar a golpearlo. Lo digo por experiencia propia: los engrupidos en las sectas artísticas son sujetos peligrosos.

Pero en fin, en montones de oportunidades pasa que la gente llega a creer en “lo definitivo”. Llega a creer que determinada manifestación del arte es ya el límite de lo alcanzable. Bueno, pues, se trata del mismo error que cometió Fukuyama. El creyó que la historia humana había llegado a su fin y que, de ahora en adelante el progreso sería siempre hacia la felicidad. El libremercado se erguía como el sustento ideológico de “lo definitivo”.

En el arte, los gestores tratan de convencer al publico de “lo definitivo”. Es un buen negocio lograrlo. Los buenos negocios se cuidan. Sin embargo, la historia sigue. Todos los días aparecen nuevas “novedades”. Antiguamente jubilar a un artista, digamos un músico, equivalía a dejar que un cassette se empolvara. Ahora no es necesario jubilar a nadie de manera tan radical: se puede acumular sin molestia como un mp3 en el disco duro. Con los enormes listados de música, lo definitivo pierde sustancia, y nos terminamos por reír de nuestras antiguas firmezas. El eclecticismo es la única alternativa. Lo mismo ocurre para el resto de las artes, el archivo digital permite acumular imágenes, fotografías, películas, etc. Por supuesto, se trata de una infinita “posibilidad” técnica. Porque de todas formas el sentido de pertenencia aun no es digitalizable y, por lo mismo, persisten los fans engrupidos que proponen lo definitivo hasta que su tribu se les disuelve.

martes, 17 de agosto de 2010

Just a perfect day

Existe una canción de Lou Red que se llama justo como empieza esta crónica. Sin intentar un análisis de la canción completa, quiero detenerme en el título. Traducido es “Solo un día perfecto”, donde “solo” significa “solamente”. “Es solamente un día perfecto”. Los días perfectos no son lo que se llama abundantes. Y en general los seres humanos los buscan y lo celebran con alegría. Pero el titulo de la canción es paradójico. Suena a rutina de los días perfectos. Es todo tan perfecto que un día perfecto adicional no sorprende a nadie. Uno pudiese tener un pensamiento anti-imperialista y decir “en la Europa socialdemócrata los días perfectos son muy corrientes”. ¿Cómo conseguir días perfectos? Son aquellos en que no se pasa hambre, no se pasa frío, no se tiene pena, etc. Una forma es lograrlo mediante sustancias opiáceas: la insatisfacción de las necesidades (apremiantes y reales), no se siente porque la droga te hace creer que todo es perfecto. Así es como lo logran los personajes de Trainspotting. Otra forma es “esforzándose mucho” para que después de “mucho tiempo” se tengan días en que todas las necesidades se hallen cubiertas. También se requiere la solución de las otras necesidades, las más sociales, estar alegre, con amigos, etc. Como se ve, lograr días perfectos es casi imposible. Sin embargo, al autor del tema se le hacen usuales los días perfectos. Más aún el tono de la canción es de una tristeza insoportable. Esa es otra variante paradójica. Los días perfectos son habituales, pero tristes. Por eso concluyo: gran verso, gran título, gran concepto, si te deja con tal impresión de paradojas.

jueves, 12 de agosto de 2010

El olvido

Si contabilizáramos todas las ideas que todos los hombres tuvieron desde el principio de los tiempos y que no fueron anotadas ni comunicadas, de tal forma que ahora se encuentran olvidadas ¿cuántas serían? Ahora bien, si filtráramos solo aquellas que pueden calificarse de “buenas” según determinado criterio ¿cuántas serían?

Son preguntas convenientes. ¿Será una buena idea hacer la pregunta? Por lo menos no es una idea echada al olvido: la acabo de anotar.

Debemos consignar, por último, que la historia ya realizó su filtro: lo que ha quedado en los libros que se han escrito y que ha sobrevivido hasta nuestros días, esas son la ideas que “la historia” definió que perdurarían. Es un criterio como cualquier otro.

martes, 10 de agosto de 2010

En viaje a la definicón del "arte"

El arte es algo completamente indefinible, si es que uno busca una definición simple y sintética dada por el diccionario de la RAE. El arte, su definición, depende demasiado de la opinión del grupete de seguidores. Cada artista tiene su frase célebre para señalar algún aspecto de lo que considera “es” el arte. Pero las diversas facciones que se “oponen” al artista de la frase terminan con las ansias de absoluto.

Pero el arte es también, el disfrute estético. Esto es como hablar desde el punto de vista del “fruidor”, como diría Eco. Y sin embargo, muchas obras no buscan la estética sino la provocación del “fruidor”. Como decir: la imaginación al poder. En este caso sería: la provocación al poder. Y el poder, en el caso del arte, es la galería (no me refiero a la galucha), los que están en contacto con los millones museológicos. Por supuesto, la provocación llegó al poder del arte hace mucho. Sino, fíjense en ese Damien Hirst. Billonarísimo.

De todas formas, Hirst insiste en que su provocación es “casi” vacía. Hirst afirma en varias entrevistas que él “detectó” que esa clase de arte era bien recibido por los que tenían el dinero. Ergo, persistió en esa línea por motivos económicos. La actitud repugnaría al politburó del realismo socialista soviético. Curiosamente, son los rusos los mayores compradores del arte provocativo de Damien Hirst.

lunes, 2 de agosto de 2010

Las celebraciones chilenas

Ocurre con alguna frecuencia (no demasiada) que Chile llega a instancias celebratorias. El Santiaguino, en particular, cuando quiere celebrar acude en masa a plaza Italia. ¿Por qué se va a plaza Italia, además de existir el ancestral “prestigio del centro” como diría Eliade?. No lo sé. Pero la pregunta que me surge en el último tiempo señala que las celebraciones actuales del chileno son más violentas que antaño. ¿Antaño cuando? Algunos opinan que la culpa es de la concertación, de la “blandura” de sus métodos. Claro, los que opinan así, lo más seguro es que no hayan asistido a ninguna celebración de ningún tipo y su fuente de información no sea más que la tele.

Supongamos que la culpa la tiene la educación concertacionista, que no ha sido capaz de enrielar a la juventud en la adecuada moral y en las buenas costumbres. Es cierto: los profesores ya no golpean a los alumnos. Sin embargo, recuerdo celebraciones escolares (de cuando yo era escolar) que terminaban en lo mismo. Eran celebraciones por los equis años del liceo y que implicaban destrozos, vandalismo y violencia entre grupos rivales del colegio. Nada de eso tuvo prensa en su época. Pero sé que ocurrió: yo estuve presente.

Otro ejemplo: los mechoneos (que en alguna medida son celebraciones), eran más violentas antes. Recuerdo casos de quemados con ácido en la época en que yo era mechón, año 93. Ninguno de esos mechones había recibido educación concertacionista “mano blanda”. Todos habían vivido con creces la mano dura de la dictadura, yo en particular, con patrullas, allanamientos y milicos con la cara pintada. Cualquier acto implicaba un viajecito en tanqueta.

Yo estuve presente además en la celebración por la muerte de Pinochet y tengo bastante material grafico. He estado en celebraciones del primero de mayo y en la celebraciones de la U campeón, del colo campeón, etc. La lógica es siempre la misma. Llegan las columnas, se instalan todas apiñadas en plaza Italia, los pacos cortan el tránsito por un rato y de pronto, casi de la nada, salta una chispa. Dado el ambiente de adrenalina que se da en esos actos, la más mínima de las chispas prende como si fuera combustible. De pronto son miles de exaltados que lanzan piedras contra los pacos (lejos, el primer blanco) y luego las emprenden con el mobiliario público, la señalética o el comercio. Esa clase de lógica de masas, dirán los teóricos del mamoneo, es producto de nuestro atraso como cultura y como pueblo. Tal afirmación es idiota por lo desinformada: basta un poco de zaping por las noticias de mundo para darse cuenta que todos los humanos de todos los países (sobre todo los europeos, tan cultos, refinados y elegantes) se comportan igual. No son más que los efectos del cóctel testosterona-adrenalina. Incluso he visto bien pensantes transformados en auténticos energúmenos cuando son invitados a esas manifestaciones. Luego, claro, niegan todo.

La otra vez oí decir que esa clase de celebraciones no se daban durante Pinochet. Habría que ser más honestos con las estadísticas: no hay datos para promediar porque durante Pinochet no había éxitos deportivos.

De todas maneras, no cabe duda que se trata de una interesante pregunta que demoraría meses de trabajo en llegar a término. Básicamente se trata de tener los datos y establecer las causas. Pero no he llegado a tanto. ¿Cómo habrán sido las celebraciones de cuando Martín Vargas era un ídolo?