lunes, 4 de junio de 2012
La literatura y el arte, en el libro “La marca del zorro”
lunes, 4 de abril de 2011
El Padrino y la justicia
Se dice, casi un lugar común a estas alturas, que la venganza y la justicia son cosas muy diferentes. Y estoy de acuerdo con eso. Pero ese es un alcance más bien teórico En la práctica empírica la justicia “real” funciona como venganza, absolutamente. Casi podría aventurar: no me extrañaría nada que ambos entrañaran el mismo mecanismo neuronal.
Un ejemplo literario de esta relación exquisita entre venganza y justicia (la venganza es un plato que se come frío, etc) es “El padrino” (que es como decir, su autor, es decir Mario Puzo). En él se lee que a cada falta se le corresponde un castigo que debe ser equivalente. Eso se le dice El Padrino a Bataglia cuando pide la muerte para el que violó a su hija. Alguien podría objetarme la frivolidad del ejemplo, pero por suerte tengo un As bajo la manga: Levy Strauss. Según este antropólogo (un estudioso de los regalos) cada vez que se realiza un regalo debe ocurrir una “devuelta”. Si este intercambio equilibrado no se produce, a la larga la sociedad lo paga caro. Ahora bien, en mi opinión el castigo es una especie de “regalo multiplicado por –1”, es decir, un “antiregalo”. Y por lo tanto su economía debe ser cuidada con el mismo equilibrio y, de esa manera, las impresiones de Mario Puzo (la ética del padrino) resultan del todo justificables.
En ese sentido, la pena de muerte me parece con poco sentido práctico: el castigado con la muerte sufre el brevísimo instante de la muerte. Luego, todo es paz, dado que no creo en la existencia del infierno. La cadena perpetua es infinitamente peor, porque es estar muerto en vida.
lunes, 6 de diciembre de 2010
Cortázar
Cortázar dio opiniones políticas en la última etapa de su obra y en las últimas entrevistas que dio. Esto le trajo la desagradable desgracia de no poder volver a su país.
En cambio, el Cortazar más famoso, el de su primera época se nos aparece como un personaje más bien frívolo en una búsqueda constante del hecho estético y de la imaginación. Esto, dicen algunos, puede ser atribuido a la influencia de su primera mujer. Sin embargo, una literatura que haga apología de la imaginación no necesariamente es frívola. Hay en la risa y en el juego consideraciones que no pueden dejarse de lado. Un cuento clave es “Autopista del sur”. Uno puede pasar un rato agradable leyendo el cuento, pero no se puede negar que hay mucha información acerca de cómo es la sociedad (y en ese sentido es un cuento sobre cuestiones políticas). La ciudad reacomodada en la autopista, un estado utópico, una orgánica casi bolchevique que luego se desarme por displicencia de los integrantes y porque, en cierta forma, “la velocidad” se los come. Fin de la utopía. Uno termina con sensación de tristeza luego del cuento y eso es lo interesante. Uno prefiere la orgánica de la autopista detenida por sobre la autopista en funciones. Lo primero se nos hace aventurero, lo segundo es la usual cotidianeidad, donde todo es utilitario y cada movimiento tiene un fin. No se ve como lucha por la sobrevivencia, que en el fondo lo es, sino como maniobras evasivas de la realidad.
Pero para qué me voy a extender más sobre el tema: todo acto es un acto político. No niego que se trata de una frase de total optimismo político (revisionista casi) y sin embargo, creer en ella puede llevar a ciertas sorpresas en el análisis de algunas obras frivolizadas injustamente. Aunque, vale la advertencia, a algunos personajes, ni aunque los miren con lupas de niveles atómicos, es posible pillarles un mínimo de compromiso. Cortázar no era así. Con poco esfuerzo se hallan sus disparos.
jueves, 12 de agosto de 2010
El olvido
Son preguntas convenientes. ¿Será una buena idea hacer la pregunta? Por lo menos no es una idea echada al olvido: la acabo de anotar.
Debemos consignar, por último, que la historia ya realizó su filtro: lo que ha quedado en los libros que se han escrito y que ha sobrevivido hasta nuestros días, esas son la ideas que “la historia” definió que perdurarían. Es un criterio como cualquier otro.
lunes, 17 de mayo de 2010
Ficción o no ficción
jueves, 7 de enero de 2010
La oralidad, algunas ideas al respecto
En los tiempos más antiguos, cuando el hombre no tenía forma de transmitir de manera escrita sus historias, lo hacía contándolo de generación en generación. Mediante el habla pura y simple. Y de esa manera las historias se “registraban”, porque la gente las escuchaba y las recordaba. Vargas Llosa cuenta en su novela “El hablador” que en la selva existe un personaje dentro de la tribu que “cuenta historias” a los otros grupos, yendo de aldea en aldea. Cada una de las aldeas espera con ansia la llegada de este contador de historias. Le regalan comida, lo alojan, lo tratan como si se tratara de un grande hombre. Este contador de historias se vuelve la memoria de la tribu. Lo mismo podemos decir de los “bardos” y los juglares medievales, que gracias a su memoria oral lograron hacer perdurar el cantar del Mio Cid o la Canción de Roland. No hay que olvidar que Odin (o Wotan), dios tutelar del panteón germánico, era un dios poeta y que, por lo tanto, era también la memoria de la tribu. Pensemos también en alguien como Homero. Un tipo (que ni siquiera se sabe si tuvo existencia real) cuyo oficio fue armar las historias y armarlas “cantadas” antes que escritas. Los poemas homéricos eran aprendidos por todos los griegos. Otros importantes ejemplos de literatura que fue primero oral antes que escrita, son los mismos mitos griegos. Más aun, los mitos de todas las culturas. Dentro de esta familia está uno de mucha importancia para nuestra cultura: la Biblia. Pura literatura oral, transformada al papel por los rabinos luego que volvieron del exilio en Babilonia.
De lo que estamos hablando es de pre-historia, en el sentido usual que se da al término: se da inicio a la historia con la invención de la escritura. Uno puede decir, casi con ingenuidad, pero también con optimismo, que la mejor manera de acercarse a la prehistoria, ese territorio enigmático del que los novelistas, cineastas y paleontólogos tratan de decir algo pero no pueden, es a través de las literaturas orales del mundo. Paradojalmente, muchos mitos ya han sido transformados en papel.
La expresión “prehistoria” parece referirse a un pasado lejano, pero no cabe duda que todavía existen pre-históricos. Lo curioso es que en estos tiempos no existe una única forma de hacer “historia”. Escribir historias en una hoja de papel no asegura nada. Desde el punto de vista de la definición académica de historia, estamos claros que “fijación en el papel” asegura ajustarse a la definición. Pero se trata de un ajuste platónico. En algún registro del “mundo de las ideas”, se guarda ese “texto escrito” que una niña con pena escribe acerca de su primer aborto, etc. Pero ese registro “histórico” estará tan hundido en el olvido del cajón del velador que es como si la historia de la niña fuera más bien pre-histórica, dado que ella se puso a contar lo que le pasaba a cada una de sus amigas y así la historia (casi como decir “el canto” de la bardo-niña que se lamenta de su destino) se expande hasta llegar a todos los que quisieron saber. Es decir, la oralidad puede transformarse en un mecanismo más poderoso de transmisión. A un nivel solo un poco superior se halla la poesía oral que se lee ante el público, ante la gente, en cafés o barsuchos de mala muerte. Que esos poetas hallan escrito de manera más o menos ingeniosa no asegura nada. No asegura ser historia.
Sin duda el nivel más alto es el que proporciona, además, algún grado de ruido mediático. Dentro de estos se hallan los escritores de best seller, por ejemplo. Sus historias pasan a formar parte rápidamente de la historia. Sin embargo, hay detalles en esto: dado que hablamos de un best seller, un libro de consumo rápido, diseñado para ser olvidado con rapidez (de lo contrario puede que al lector le dé la tentación de no leer nunca más ya que encontró “el libro verdadero” situación peligrosa para el mercado) hace que la historia tenga nuevamente esos componentes pre-históricos: libro abandonado en el sótano, libro que se vende ante la menor urgencia, libro que termina vendido a precios ridículos en las secciones de saldos.
Por eso la apuesta de todo escritor que se precie es hacer historia y pre-historia y en ambos dejar una huella perenne. Las grandes editoriales, conociendo esto, llevan a sus autores a dar charlas y conferencias. De esa manera cubren todos los caminos posibles.
lunes, 30 de noviembre de 2009
Los opinadores
miércoles, 17 de junio de 2009
Los Clásicos
El que corta el libro, el editor – montajista, es también el interprete del clásico. Al igual que hacen los músicos que toman temas antiguos y los reinterpretan a su antojo. Pero ese antojo es función de las circunstancias históricas. Y he ahí que aparece la actual circunstancia histórica del apuro. No se tiene tiempo para leerse todos los adjetivos del mundo. Basta con lo necesario. Ahora bien, que sea clásico no significa que sea perfecto. Puede que el intérprete o editor haya dejado un mejor resultado que el libro original. Obviamente todo será relativo al concepto que se tenga de lo que es perfecto, es decir, todo dependerá de lo perfecto para el público del contexto histórico. Ahora, el punto está que en estos tiempos de exceso de población, exceso de talentos y exceso de intereses, siempre habrá mercado hasta para el peor de los tijereteos posibles salvo para los bodrios demasiado evidentes, si se me permite el optimismo. Porque en este mundo de cosas relativas, al menos uno cree que el concepto de bodrio es absoluto.
Hay otro hecho que puede indicarse: tiene que ver con las múltiples lecturas y novelas que profesaba Cortázar. Libros dentro de otros libros. El libro tijereteado sería una de las opciones, una de las posibles lecturas. La otra, solo para gente con tiempo de sobra, es la opción del libro original.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
El país de las sombras largas, de Hans Ruech
Actualmente es un pueblo que vive integrado en la modernidad. El esposo de la candidata a la vicepresidencia norteamericana era inuit. Prontamente alcanzarán, además, la independencia política. Y su territorio ancestral (uno de sus territorios) está lleno de riquezas petrolíferas que podría llamar la atención de su ambicioso vecino USA.
Pero en los tiempos del libro, la modernidad no había llegado. En los tiempos del libro la vida se abría paso con dificultad en este mundo helado. Hay montones de detalles que llaman la atención y que son casi graciosos. Por ejemplo, las temperaturas llegan perfectamente a los 50 grados bajo cero. Uno de los protagonistas (que en la versión cinematográfica era protagonizado por Anthony Queen) se saca la polera cuando hacen 10 grados bajo cero porque “le da calor”.
El estilo de la novela es asombroso: ahí donde todos los escritores (o aspirantes a) se devanan los sesos tratando de hacer una novela ágil, Hans Ruech lo logra de una manera que parece simple. En las 284 páginas que posee mi edición, el autor cuenta la historia de tres generaciones de inuit. Y la acción no decae nunca.
Sin duda lo que más sorprende al lector son las costumbres sexuales, a estas alturas largamente comentadas: el esquimal presta la mujer al prójimo sin cuestionamientos ni celos. Es más: es grave no aceptar la mujer cuando se la ofrecen. Se corre el riesgo de morir. A esto los personajes le llaman “reír”. Es interesante el alcance. Porque el eufemismo no alude de manera brutal al sexo, alude a la alegría que se produce al estar acurrucado con una mujer. ¿Por qué el esquimal no se complica la vida con esto? (o más bien, no se la complicaba, porque dudo que el señor Palin vaya por ahí ofreciendo a Sara). Mi respuesta la escasez de mujeres en esas regiones da para esos extremos. ¿Le parecía excitante al inuit imaginar cómo, dentro del iglú, le hacían el amor a su mujer?. Yo creo que no eran capaces de esa clase de perversión. El frío polar no da para esa clase de fantasías. En otro artículo comentaré el significado de compartir la mujer en la sociedad actual.
jueves, 20 de noviembre de 2008
La imagen del capitalismo descrita por José Eustasio Rivera
La vorágine cuenta una época en la historia de Colombia, principios del siglo XX. Los parajes que describe son básicamente dos: la llanura, lugar donde se vive de la ganadería y la selva. Sin duda, la parte dedicada a la selva es la mejor lograda, la mejor contada y la más llena de consecuencias. En mi opinión personal, el autor debió escribir dos libros y llamarlos de manera diferente. Pero sobre ese punto no insistiré demasiado; da para un artículo diferente.
En términos de argumento lo que motiva la historia es el viaje. El primer viaje ocurre por la huida de una pareja que desea estar junta. El segundo viaje empieza cuando la mujer (se trata de una pareja heterosexual, en estos tiempos hay que estarlo aclarando) es raptada y llevada a la selva por un traficante de esclavos. El protagonista es acompañado por un amigo que está en la misma situación. La novela avanza y descubre donde los han llevado: a una faena productiva de extracción de caucho, controlado por dueños venezolanos. Se está en una época donde está prohibida la esclavitud. Pero los empresarios se las arreglan para esclavizar. El método es simple y diabólico: les pagan una miseria. No les alcanza para comprar en la pulpería. El dueño les presta con interés para que puedan comprar. La deuda crece, los trabajadores se endeudan más y al final ya no pueden salir del lugar hasta que hayan pagado la deuda al dueño. Para algunos, la deuda no se alcanzaba a pagar con varias vidas trabajando. Las condiciones de trabajo, obviamente, son extremas. En plena selva, con mosquitos, enfermedades, calor, violencia y una selva que se parece más a un desierto que a un lugar lleno de vida. El que se pierde en la selva muere casi con seguridad; o sobrevive pero vuelve loco. La opción que queda es alimentarse de lo que produce la selva, que debiera ser mucho, pero estos trasplantados del llano colombiano no saben como sobrevivir allí.
El sistema descrito me lleva de inmediato a recordar la situación que se vive en la sociedad “de consumo actual”. Las pulperías de la actualidad han llenado todos los rincones de la ciudad. Los habitantes de la ciudad quieren los productos de la pulpería, porque la sociedad los obliga, mediante “obligaciones sociales”, a vivir una determinada vida y a realizar determinadas adquisiciones en estas pulperías. Nuestras pulperías más grandes entregan prestado con interés. ¿Quién presta con interés?. Porque, al final de la cadena, los prestamistas y los dueños de las pulperías son los mismos. Por lo tanto, el modelo de la vorágine se reproduce en los principios del s XXI. Por supuesto, ahora las deudas son pagables, en principio.
El tema y el libro dan para mucho. Demasiado para el reducido espacio de comprensión y tiempo que es este medio.
lunes, 9 de junio de 2008
Kafka y la angustia por el infinito
Hay una obsesión, sin embargo, de la cual aún no he encontrado reseña. Me refiero al infinito y la angustia ante el infinito. Lo interesante del caso es que Kafka se maneja en una versión bastante matemática del infinito. Yo diría que si se quiere comprender el concepto en su desesperante magnitud, lo mejor es recurrir al narrador checo y no a los libros de cálculo infinitesimal. No olvidemos que uno de los creadores del concepto moderno de infinito (Georg Cantor) se suicidó. Veamos la definición.
Se dice que un conjunto es infinito si al posicionarse en un punto cualquiera del conjunto, resulta que la pregunta “¿hay algo más grande que ese punto?” tiene respuesta afirmativa siempre. Existen muchos de estos conjuntos: los números enteros, los números reales y tal vez el universo mismo. En la obra kafkiana también existen esta clase de conjuntos: la torre de babel, la muralla china, el imperio, la ley, el tiempo del ayunador. La muralla china, evidentemente, no es infinita, rodear un imperio puede ser una tarea ardua pero no estrictamente imposible. Pero la narrativa de Kafka nos hace creer que es así. La manera en que los obreros trabajan años tras año, con estrategias de ensayo y error, a veces absurdas e inútiles nos convence que la terminación de la obra es imposible. O el hombre que está ante la puerta de la ley y se le dice que nada saca con luchar porque la cantidad de guardianes es enorme y cuando se dice enorme el hombre comprende que se refiere a infinita. O el ayunador que quiere ayunar para siempre y su propio cuerpo se transforma en límite, puesto que se morirá antes de alcanzar su sueño.
Se dice que el padre de Kafka, un día, para castigarlo, lo dejó afuera de la casa, toda una noche de frío y nieve. Eso nos hace pensar en otra de las constantes en su obra: la condena. Muchas veces estas condenas no tienen fin. Lo interesante es que los proyectos infinitos que “deben” construir sus personajes pueden ser interpretados como una condena cuando vemos que se trata de trabajos infinitos. Su infinidad genera la angustia y luego genera una condena. Esto es la repetición hasta la saciedad, de maneras muy sutiles, del viejo mito de Sísifo, aquel pobre griego que debía cargar una piedra y cuando llegaba a la cumbre esta piedra caía al despeñadero. Como diría Camus, el mito de Sísifo nos conecta con el absurdo. El infinito es una condena porque en la mente del castigado sobreviene la angustia y el sentimiento de que los acontecimientos son absurdos. ¿Quién es el castigado? Al parecer no los personajes, porque ellos se mantienen en la inocencia, como Sísifo, que volverá a cargar su piedra como si hubiera olvidado por completo que la piedra se le cayó hace apenas un minuto. Los constructores de la muralla siguen con tesón su tarea, el ayunador seguirá sin comer, etc. Pero al lector le pasa lo desagradable. Es como si Kafka estuviera usando un extraño método para sacarnos en cara sus miserias: literatura. La metáfora de Sísifo cruza la obra de Kafka, aplicada o “aterrizada” a diversas situaciones, muy abstractas por cierto. Nuevas situaciones para el viejo mito. Uno se pregunta, ¿es posible seguir buscando más aplicaciones de la metáfora? ¿Es esa una senda todavía por recorrer? Los autores se repiten, toda escritura es una reescritura. Sin duda que abundan los chilenos angustiados ante el infinito. Sin duda que hay escritores que asustan a sus lectores con el infinito. Aunque no sean ellos los más talentosos para hacerlo; son mucho mejores las financieras, la justicia, el poder, los medios, el conocimiento, la violencia, el dolor. Los mismos culpables de siempre. Al escritor no le queda más remedio que retratar la sociedad en que vivimos, otra vez como siempre.
Bibliografía:
En castigo léase los siguientes cuentos de Kafka
[1] Ante la Ley
[2] La construcción de la muralla china.
[3] Un mensaje imperial
[4] El artista del hambre
martes, 6 de mayo de 2008
Steimbeck, un norteamericano cualquiera
No es común hallar norteamericanos con vocación social. Uno podría recordar, con dificultad, algunos ejemplos: Saco, Vanzetti, Luter King, Bob Dylan. Se contra- argumentará, con razón, que los nombrados eran marginales y, por ello, se opusieron a lo que consideraban un mal sistema. O se dirá que los dos primeros eran inmigrantes italianos con escaso dominio del inglés, el tercero un negro y el último un judío. Pero un gringo de verdad, rubio y carapálida, pero con vocación social no es fácil de hallar. Se está acostumbrado a pensar en el yankee imperialista o en el yankee “go home”, tipos de uniforme militar o de uniforme ejecutivo, metidos en guerras cuyo objetivo es siempre la rapiña.
Con esa desconfianza y ese prejuicio uno llega a Steimbeck. Y resulta que el tipo influyó en el muy chileno y muy izquierdista Nicomedes Guzmán (La Sangre y la Esperanza) o en el chileno- argentino y anarquista Manuel Rojas (Hijo de Ladrón, Sombras contra el muro). Manuel Rojas terminó viviendo en USA, casado con una estudiante norteamericana que “secuestró” y no me extrañaría que todo haya sido motivado por Steimbeck. Luego uno se entera que ganó el Nobel y que muchos de sus libros han sido películas con éxito de taquilla. Entonces, por lo menos, por curiosidad, dan ganas de leerlo.
Tengo al frente mío (mas bien al lado) la novela “La perla”. Una epopeya entera resumida en 100 páginas, donde el protagonista es Kino, un campesino pobre y bastante maltratado. En un estilo breve, que nos recuerda “El viejo y el mar”, nos cuenta como Kino de la noche a la mañana se vuelve rico al encontrar una perla valiosa. Un ser mínimo pasa a ser el centro de la atención en su aldea. Todas las malas artes y estrategias de los poderosos – que en este caso son de poca monta- se ponen en marcha para arrebatarle la perla a Kino. Y al final el triunfo no será de nadie, pero nos quedará la sensación de que las cosas podrían haber sido mejores.
También se halla a mi lado “En dudosa batalla”. La historia nos cuenta acerca de un grupo político, escaso de recursos, proscrito, sin ningún triunfo que mostrar como no sean las pateaduras frecuentes por parte de la policía. Sin embargo, son expertos en el arte de la agitación. Dos de ellos - Jim Nolan, un soñador que no lleva mas de una semana en la organización y Mac, un tipo experto, pragmático y que “nunca duerme”- se infiltran en una cosecha de manzanas, en el estado de California, y logran armar una huelga. Los hechos ocurren durante la depresión y la situación es muy dura para obreros, marginales y temporeros. La situación no es muy diferente a lo que uno acostumbra a ver en Sudamérica. Nuevamente el poder despliega una capacidad casi infinita: control de los medios, amedrentamiento, amenazas, muerte, cárcel y por sobre todo mucha policía. Pero los campesinos tienen, esta vez, una pequeña oportunidad. Y aunque fracasen, como nos indica Mac: “empezaremos de nuevo, siempre. Somos porfiados...”.
No son sus novelas más famosas. Lejos, casi a punto de ser conocidas por el hombre de la calle, están “Las uvas de la ira” y “Al este de Eden”. Ambas llevadas al cine, ambas excelentes novelas, nos dejan con la sensación de que Estados Unidos ha sido construida con sangre de muchos inmigrantes anónimos, de tipos pobres y perdedores, de esclavos. La brillantez del imperio se hace humo. Y la enseñanza, de importancia, es que los poderosos han sabido siempre llevarse la mejor parte. Sea donde sea, contra campesinos yankees o campesinos latinos, la ambición sigue actuando en la sombra. Steimbeck da algunas luces para detectarlos a tiempo.
Bibliografía:
[1] En dudosa batalla
[2] La Perla
[3] Las uvas de la ira
[4] La luna se ha puesto
[5] Al este del Edén.
miércoles, 16 de abril de 2008
Voltaire y el ascenso de la burguesía
Enumerar los beneficios que trajeron al mundo las ideas de Voltaire y quizá toda su generación no es una actividad novedosa. Muchos la han llevado a cabo. Incluyen en la lista de aportes a la libertad de prensa, la educación para todos, la enciclopedia, obras literarias y teatrales. Pero pocos han dicho que, en gran medida desde su obra, se inició el triunfo de dos fenómenos: la revolución industrial y el ascenso de la burguesía. Para el hombre corriente estos datos pueden pasar por alto, puesto que no se les nombra con regularidad. Para quien posea espíritu crítico, sin embargo, esos aportes se vuelven sospechosos de calamidad. La revolución industrial y el ascenso de la burguesía son hechos relacionados entre si y con el capitalismo y la sociedad de hoy tiene su causa en estos dos hechos.
Voltaire nació en 1694 y su verdadero nombre era Francois Marie Arouet. Fue hijo de un notario Jansenista y esto es curioso porque el Voltaie-niño estudió con los jesuitas. Desde su época de estudiante se le conoció como polemista. Cuando ya estaba dedicado a “las letras”, fue encerrado en la Bastilla más de alguna vez por sus opiniones. En una de ellas permaneció cinco meses, al cabo de los cuales debió exiliarse en Inglaterra. La prisión no fue lo único de debió sufrir; también la persecución y el ataque de múltiples enemigos, incluidos algunos que fueron sus amigos inicialmente, como Diderot o Russeau, otro perseguido. Célebres se volvieron las disputas con este último, de las cuales puede decirse que salió triunfador. Sus luchas por la tolerancia, sus burlas a la religión y a la superstición, su apoyo decidido a la burguesía, su pertenencia a movimientos de carácter secreto ( como la sociedad del Temple), unido a su fama y popularidad, allanaron el camino a la revolución de 1789, suceso histórico que no alcanzó a vivir. La muerte lo sorprendió once años antes en París, luego de regresar de un largo exilio de mas de veinte años.
Voltaire se caracterizó sobre todo por su mordacidad y su humor. Conocido como el maestro de la burla, la dirigía sobre todo a lo que él calificaba de irracional. Es innegable que su época abundaba en irracionalidad: asesinatos por discrepancias acerca de el padre es superior al hijo o tan solo igual. Guerras y matanzas se sucedían en Europa a causa de divergencias religiosas. Básicamente Voltaire era Deista, creyente acérrimo de la ciencia (contaba él mismo con un laboratorio y pasaba largas horas en él con su amante Madame Chatelet, haciendo ciencia) y ferviente del comercio como actividad más noble que la tenencia de la tierra. Cayó en el exceso de alabar a Inglaterra, cosa que nadie comprendería un siglo más tarde. Ignoró (o quiso ignorar) el abuso que realizaban los mercaderes coloniales en América y Asia. Nativos morían como moscas por motivos mercantiles. Creía en el gobierno mediante la monarquía, pero su monarca debía ser un hombre educado al extremo de convertirlo en un hombre sabio, que toma siempre las mejores decisiones. Cosa que los hombres del siglo XXI todavía no hemos visto. Es, en ese sentido, el ideólogo del movimiento llamado “la ilustración”. Un hombre como Napoleón Bonaparte lo admiraba, considerándose a sí mismo como el monarca ilustrado que quería Voltaire. Muchos en la Europa de la época opinaban como Napoleón. Fue, justamente, durante el reinado de Napoleón, en que el poder de la burguesía se afianzó y todo lo que soñaba “el maestro de la burla” empezó a ocurrir: empezaron a mandar los burgueses, el comercio fue la gran actividad del siglo XIX, la ideología religiosa empezó a perder adeptos en desmedro de la ideología científica. Se iniciaba el positivismo, el libre mercado y la fe ciega en el progreso y la máquina. Inglaterra de alzaba como el imperio más poderoso de la tierra.
Como puede verse, la buena fama que aún mantiene Voltaire (mucha gente cree que se trata de un rebelde revolucionario al estilo de Che) no implica necesariamente el apoyo a sus principios. Los principios de un Burgués, anticlerical pero creyente, que no le prestaba ninguna importancia al espíritu que, a su juicio, rebajaba las virtudes de la razón. Fue Voltaire uno de los mayores promotores de la racionalidad determinista. Esto ya es criticable: desde la misma ciencia la idea del determinismo ha perdido crédito. Sigue siendo la realidad para muchos trabajadores, sin embargo; entrar y salir a la misma hora, tener el mismo auto y cuando viejos vivir de la pensión. Y es así porque los ejecutivos del país creen en un sistema de administración determinista: Chile sigue bajo la tutela del Taylorismo y la Burocracia.
Voltaire estaba encantado con los comerciantes, los que conoció en toda su magnitud en sus viajes a Inglaterra. Hay miles de argumentos, todos buenos, para apoyar el comercio, pero no podemos olvidar sus abusos. Un ejemplo: cuando los ingleses llegaron a China ésta se negó a comerciar. No les interesaban los productos de la revolución industrial. La situación no tuvo solución hasta que los ingleses conocieron el opio y monopolizaron su cultivo vendiéndolo a los mismos chinos. El té de china corría como el oro a cambio del opio. Se decía que el gigante de oriente estaba drogado, adicto, que nunca despertaría y Marx hizo su célebre relación entre opio y religión. Es pertinente hacer notar que el tráfico y consumo de opio estaba estrictamente prohibido en Inglaterra. A los intentos chinos de liberarse se respondió con las infames “guerras del opio”. Al imperio celeste se lo repartieron las potencias hasta la revolución de Mao. USA, herederos directos del poderío inglés, siguen las mismas costumbres, agregándole la megalomanía. Todo esto proviene de la excerbada racionalidad de Voltaire. En cierta forma, vivimos en la deformación del paraíso que soñaba. Una versión desabrida, exagerada, burda. El experimento de traerlo a nuestra época quizá le haría cambiar rápidamente de ideas y, en una versión idealizada, le convertiría en un intelectual de “izquierda”.
Su idea de racionalidad poseía ese sabor a progreso que uno acostumbra a escuchar de boca del “Instituto libertad y desarrollo”. De Voltaire es la afirmación de que la posición del hombre en el mundo no dependerá más de una autoridad externa sino de su propia actividad libre y racional. Queda claro hacia adonde apuntaba la cosa: la libertad total como ideal. ¿Alguien puede creer hoy en algo semejante?. Ya sabemos que existe el otro, que los recursos no son infinitos, que nuestra sobrevivencia no está asegurada para siempre, que los únicos con libertades totales son los grandes capitalistas y tal vez ni siquiera ellos, porque por lo menos es prisionero de su propia ideología. El hombre es un ser limitado, en el borde de una galaxia promedio y bajo el alero de un sol promedio. No somos el centro de la creación como piensa la soberbia cristiano - capitalista.
Entonces ¿cómo es la cosa? ¿era Voltaire un genio o un tipo que atrasó el progreso del hombre por 300 años? Como dice Sábato, refiriéndose a Aristóteles (que atrasó el progreso por 2000 años), no hay contradicción: solo un genio puede atrasar el progreso del hombre por tanto tiempo. No se crea que toda la culpa es de él. Una de sus últimas obras, Cándido, ridiculiza abiertamente el optimismo de Leibnitz (“vivimos en el mejor de los mundos posibles”), hecho que le valió otra temporada en la Bastilla.
lunes, 7 de abril de 2008
El poder en Nietzsche
¡Que imprudencia! Lo ha expuesto a una
corriente de aire. ¡El superhombre ha muerto!
G. K. Chesterton
1
Cualquier aproximación al pensamiento de Nietzsche debe partir del hecho evidente que tenemos a un solitario ante nosotros. No conocía a cabalidad las relaciones humanas y, por ello, toda su visión del poder estaría plagada de enfermedades mentales. Paranoia, neurosis, depresión, etc. Era un hombre atormentado e incomprendido. Ni siquiera en estos tiempos en que la sicología, la semiótica, diversas formas de filosofía y ciencia han llegado a resultados inimaginables para Nietzsche, podemos decir que lo comprendemos. Es el gran incomprendido. A pesar de que, en su obra, hay por doquier alusiones a si mismo. Si se es un sicólogo convencido e incluso un hombre de la calle, es posible concluir que N era un ególatra como todos los solitarios. Por lo tanto se consideraba depositario de la verdad, siendo él el único en alcanzarla y siendo, por tanto, el primero de los que dieron el salto cualitativo. Para los creyentes en su doctrina N se trata del único profeta: sus verdades deben ser puestas en practica.
2
N, al hacer interpretaciones históricas, a menudo recurre al término raza y a las degeneraciones de esta. Con regularidad se halla combinada con la palabra instinto, dándole a esta un carácter positivo. Se podría conjeturar hasta que punto N era un racista, en el sentido actual del término, quiero decir un nazi. No podemos negar que N hablaba en el lenguaje de su época muy a su pesar. Hablaba para sus contemporáneos, no para el futuro. Hablaba a Wagner y a Schopenhauer. Utilizaba los términos corrientes en aquella época, antes de la aparición de la teoría genética, época de nacionalismos exacerbados, unificación de Alemania e Italia, glorificación de la guerra, carrera armamentista y problemas sexuales producto de la represión Victoriana. Europa produjo a N y N era su mejor reflejo. No puede extrañarnos los términos en que se expresaba: el caso Dreyffus reveló mas crueldad con los judíos. El racismo del imperio Austro-Húngaro hacia los magiares (la etnia mas numerosa del territorio) era evidente, y el de Alemania hacia los polacos. Paradojalmente N se consideraba superior por ser polaco. Incluso tiene palabras de admiración para los judíos. Nuevamente, desde la sicología sería otra prueba de sus complejos de inferioridad. Su confianza en el instinto viene del hecho de creerse un sobreviviente. Solo él seguiría adelante luego de la decadencia de Europa. Sus opiniones no son aisladas, mas bien se presentan con mucha regularidad en artistas e intelectuales, sobre todo posteriores a él. Hay casos de finales trágicos, como John Kennedy Tool y casos chilenos, como Huidobro y Pablo de Rokha. Mas de alguna vez señaló que el intelectual debía realizar una especie de engaño social; hacer creer que estaba integrado, con un pequeño trabajo “burgués”, funcionario o profesor, pero en el fondo siendo un ser apartado y especial.
Cuando N hablaba de raza no lo hacía en los términos que hoy entendemos por esa palabra. Un sinónimo mas cercano sería especie. Él creía en la evolución, pero la selección natural no le parecía el mecanismo para explicarla. “La raza de los superhombres no llegará mediante ningún procedimiento sospechosamente británico como la selección natural, sino mediante el ejercicio dionisiaco de la voluntad de dominio”. ¿Qué es esa voluntad de dominio de la que nos habla? Debemos (¿debemos?) comenzar con el concepto mas básico: Existe una minoría de señores y una mayoría de rebaño. Hay dos morales: una moral de señores y una moral de rebaño. Son antagónicas. Lo bueno para los señores es el puro ejercicio de la voluntad de dominio. Pero las cosas, nos dice, no han conservado su carácter natural. Se ha producido una caída del hombre y los esclavos han llegado a gobernar a los señores. El cristianismo es el que realizó esta gran obra. Todas las religiones de la mansedumbre son enfermedades sociales. Incluidas las nuevas formas (nuevas en su tiempo) de cristianismo decadente: la democracia y el socialismo. N odiaba todas la formas de gobierno democrático y parlamentario, odiaba el liberalismo inglés y el socialismo europeo. Entonces ¿quienes son los señores?:
La voluntad de lo verdadero es una forma de voluntad de poderío. La voluntad de poderío es la forma primitiva de pasión y todas las otras pasiones son solamente configuraciones de aquella.
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Pareciera que N tenía gran obsesión por el poder, pero esto no es cierto. Si lo hubiera tenido seguramente sus opiniones acerca de la contingencia de su época serían mas abundantes, pero solo encontramos algunas críticas a Bismark. Lo demás es filosofía. Lo que buscaba era algo mas general, una teoría del mundo, un sistema filosófico. Estaba en esa tarea cuando se lo llevó la locura. El libro “La voluntad de dominio” es su último intento y en él quedan aclarados muchos de sus rechazos; podemos entender que cosas quería cambiar por falsas o dudosas en el conocimiento de su tiempo. Habría sido tal vez un avance sustantivo la escritura de ese libro definitivo. La actual coyuntura científica parece dar alguna luz. Siempre se creyó que el determinismo de la mecánica de Newton era una verdad inamovible y el hecho de la evolución y el hecho, aun mas curioso, que tengamos esperanza parecía contradecir la tesis del determinismo. N se adelanto a su tiempo: la voluntad de dominio es la base de esta nueva explicación. Esta base es bastante mas dinámica que “la ecuación fundamental” de Newton. Dicha ecuación siempre ha sido inútil para explicar el mundo de lo vital. Pasar de la partícula individual al mundo de lo vital es un problema no resuelto y se mantendrá así por bastante tiempo mas. N nos habla de una ley que ayuda a la comprensión del mundo de lo vital: la vida es esencialmente un esfuerzo hacia un aumento de poderío. Esta voluntad es la mas íntima e inferior, es decir, esencial. N nos habla del mundo interno de los hechos y nos dice que este mundo contiene una cierta voluntad que lucha y que vence. Luego explica que todas las hipótesis del “mecanismo” no son hechos en sí sino interpretaciones hechas con la ayuda de ficciones síquicas.
La voluntad de poderío es una explicación para el mundo de lo vital no una recomendación para los políticos. La verdad es que N recomendó mas de alguna vez que este instinto esencial fuera dejado mas libre de lo que era en su tiempo, porque en su tiempo ningún instinto era dejado libre. Dejar este libre significaba un avance. N llamó señores a aquellos que dejan ese instinto libre y rebaño a los que se rigen por formas añejas, como el determinismo, el idealismo Kantiano o la democracia. Hubo señores, pero ya no los hay mas: el cristianismo los liquidó. N era un poeta y como todo poeta hizo una metáfora de su idea: Dionisio era la imagen del hombre que pone en práctica el instinto de la voluntad de poderío. Se pueden hacer críticas a la elección de esa metáfora, a la luz de nuestro actual conocimiento de mitología griega. A su época, sin embargo, dicha metáfora era significativa. NO fue la única metáfora: Napoleón, Wagner y Bismark estuvieron también en su lista. Pero eran hombres de carne y hueso, no metáforas; terminaron traicionando al final y N les perdió la confianza.
N, al final de su vida, no desconocía esto, “sin embargo la criatura tiene necesidad de los contrastes”. Pero estos contrastes o resistencias a la voluntad de poderío la refuerzan y obran como estímulo a la vida.
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Un hecho interesante es que nos habla del placer. El placer, dice, se produce con la satisfacción de la voluntad de poder. El desagrado viene con la resistencia. De tal manera que placer y desagrado con indicadores claros del estado de la voluntad de dominio. La causa del placer es el hecho de que la voluntad quiere avanzar y es, siempre, nuevamente dueña de lo que encuentra a su paso. Es decir, el placer no está en el triunfo sino en la lucha. En este sentido se comprende el gran apego de N por los conceptos de la religiosidad germánica. El cielo germánico es un lugar donde la batalla es eterna. Todo el día luchan los guerreros, incluso mueren. Al día siguiente los muertos se levantan y continúan la batalla, por siempre. Es también comprensible su admiración al guerrero como imagen arquetípica absolutamente opuesta al sacerdote. Este ultimo es vil y astuto. El rebaño en cambio no tiene esta concepción, sino la del hombre feliz, aquel que siente placer cuando está cómodo, con una vida tranquila, con mujer e hijos, sedentario, ojalá muriendo en su cama, guiado por el sacerdote. Para el germánico morir en la cama era la peor de las muertes. Se podría decir que N era un hedonista y él mismo no rechaza esta filiación: los filósofos presocraticos son un ejemplo de señorío. Sócrates, nos dice N, acabó con eso.
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No se puede negar que N tuvo gran influencia en la lucha por el poder. Los Nazis lo utilizaron y falsearon. Los fascistas de Mussolini lo veían como el profeta: los italianos eran los nórdicos del sur. Mucha de esta confusión fue causada por su propia hermana, que se convirtió en depositaria de su obra y guardiana de archivo Nietzsche. Se hizo nazi y falseó mas de alguna vez los escritos de su famoso hermano por órdenes de Goering. Todo no fue más que un terrible malentendido. Al parecer, alguien habló de la vida y todos creyeron que se refería a la muerte.
Bibliografía:
[1] F Nietzsche, “La Voluntad de Dominio”
[2] Crane Brinton, “Nietzsche”
[3] Geoffrey Bruun, “La Europa del siglo XIX”
[4] J.L. Borges, “Antiguas Literaturas Germánicas”
[5] H. Marcuse, “Razón y Revolución”