martes, 29 de diciembre de 2009

La trasgresión como sustento de la vanguardia

Ocurren cosas muy extrañas en el mundillo del arte. Por ejemplo, que obras realizadas con, a veces, escaso esfuerzo lleguen a costar mucho más que los insumos y el trabajo productivo del creador. ¿Qué está pagando el coleccionista al comprar a precios fabulosos?

Recientemente se publicó en Argentina una investigación que señala que el grupo de los compradores se constituye de especuladores y gente que ama el arte. El especulador es un negociante cualquiera buscando comprar barato y vender caro. Y es un hecho asombroso que existan especuladores asociados al mundo del arte, porque ¿porqué tendría que costar caro, por decir algo, un tiburón en formaldehído, refiriéndome a una de las obras más famosas de Damien Hirst? ¿Qué está pagando el coleccionista ruso que paga millones por una de estas construcciones? Se dice que uno de los fundamentos del arte, por lo menos uno del tipo de Hirst, es la trasgresión, entonces ¿el magnate ruso paga por tener un espacio trasgresor en su mansión? Es extrañísimo. Por otro lado, implicaría que solo connotados magnates tienen acceso a la trasgresión, el común de los mortales debe conformarse con ver la foto, “si es que”. La conclusión es sorprendente, porque nos lleva de inmediato a lo que podría calificarse como “la aristocracia de la trasgresión”: solo unos pocos elegidos (y muy millonarios) tienen acceso. Es decir, la elite del arte, y todo su proceso “productivo” convertido en una metáfora del libremercado.

Uno podría empezar a divagar acerca de la trasgresión. ¿Toda trasgresión es arte? Una de las obras de Damien Hirst consiste en una vaca ahorcada con las vísceras expuestas. Demasiado brutal, en el límite del mal gusto. Pero a un magnate ruso, un sujeto sin duda brutal, una cosa como esa le encanta y la expone en su living. De inmediato, uno puede ver, desde otra óptica, el proceso como enfermo: el artista es un enfermo y el comprador también. Ambos participan de un cierto trastorno de personalidad. Pero es un lujo que pueden darse por el hecho de tener dinero. Entonces, uno se pregunta ¿tan valiosa es la trasgresión? ¿siempre lo ha sido o es una cosa de nuestra época solamente? Recordemos que los circos romanos, y todos los gustos romanos, incluían actividades chocantes a la mente del hombre actual. Todo era orgía de violencia y sexo. Y curiosamente, no era trasgresión, porque era la habitualidad. Trasgresor era ser cristiano: un tipo con moral de fierro y con algo de estoicismo, capaz de arrojarse a los leones y ser material para la brutalidad.

Una de las características que podemos achacar al comprador de Europa del Este es que se trata de un gran conocedor de la censura. Estuvo censurado durante una época. No podía disfrutar de cualquier manifestación artística. Solo aquellas permitidas por el partido. Y ahora que tiene toda la libertad del mundo, dada no solo por el sistema político, sino también por el mercado, resulta que se pone a comprar obrar que calan más y más hondo en la mentada “trasgresión”. Un marxista convencido calificaría a Damien Hirst un “artista burgués”. Pero es más que eso.

La trasgresión depende de cada cultura. No es lo mismo la trasgresión en el islam que la trasgresión en Sudamérica. Ni tampoco es lo mismo la trasgresión en cada uno de los países sudamericanos, ni siquiera es lo mismo la trasgresión en las diferentes capas de la sociedad de cada país. A veces la trasgresión cambia dependiendo del barrio. Por ejemplo, sacar una foto en 10 de julio es muy trasgresor. De inmediato aparecen los deshuesadores (todos con algo que ocultar) a quitarle la cámara a “uno” o mínimo a expulsarle a “uno”. No vaya a ser “uno” un policía encubierto. Otro caso: hablar ciertos temas en los círculos cercanos a Sanhattan es muy trasgresor. Por eso, la búsqueda, y la exposición, de los temas que pueden calificarse de trasgresores en determinada sociedad, o capas de ella, es una investigación sociológica en alguna medida y que permite la radiografía de la sociedad. Hay trasgresiones muy extremas y determinadas sociedades pueden quedar en estado de trauma al momento de exponerlas. Las trasgresiones que tienen que ver con animales son mal vistas en sociedades urbanas, en las que el contacto con la animalidad se reduce a la compra en el supermercado. Sin embargo, mostrar una vaca ahorcada con las vísceras al aire puede no ser más que la cotidianeidad en un matadero. Por lo tanto cabe la pregunta ¿existe la universalidad de la trasgresión? Yo creo que sí. Es decir, hay montones de cosas que los artistas podrían incorporar y que, de seguro, serían trasgresoras aquí y en la quebrada del ají. Pero ¿qué sentido tiene? Son un poco autodestructivos esos ejercicios. Sin duda que los atentados contra la vida son extremadamente trasgresores. Matar humanos en masa puede ser muy trasgresor.

Pero al final de cuentas, la trasgresión no es el único elemento que el arte debe buscar. En otros artistas es la perfección técnica o la sensación. La trasgresión debe ir acompañada de algo más para poder validarse. Por lo menos de un mensaje. ¿Un mensaje de qué? ¿Quién erige al artista en un ente válido para emitir mensajes a la sociedad? En un principio, él mismo. Si tiene algo de influencia, ya sea por el dinero o por el apellido, lo erige la familia. Las familias de abolengo son muy buenas para erigir a sus retoños en baluartes de “algo”. No es como cuando Edwards Bello sufría el destierro por culpa de la literatura. No. Ahora las familias de abolengo encuentran que es “de lo más que hay” tener un retoño rebelde. Es como tener un fundo, una casa en la playa, un hijo que se ocupe de los negocios, etc. Son cosas que todo clan que se precie debe tener. Es necesario que exista “su” trasgresor dando vueltas por ahí. Y lo alimentan con todo aquello que un trasgresor debe tener: arte de avanzada, paseos por el MOMA, asistencia a las escuelas de arte del primer mundo, una temporada en el tallercito de Warhol o que se yo, estupideces semejantes. Concluyo: para un rico es muy fácil ser trasgresor. ¿Qué ocurriría si, de pronto, todos se transformaran en trasgresores? Yo predigo que quedaría “la pura cagada”, a no ser que se definan de manera muy clara y regulada cuáles son los marcos en que la trasgresión es posible: museos, etc. Pero eso ya señala un límite, de tal forma que la trasgresión puede desear traspasarlo como parte de su propia metodología.

Esa palabra es clave. Para la construcción teórica de la trasgresión, es necesario definir de inmediato su “antagonista”: el límite. ¿Cuáles son los límites? ¿Dónde están? ¿Quién los define? El arte trasgresor de hoy en día perfectamente puede ser un arte pauteado por la elite. Un arte que pone los temas que la elite quiere que se pongan. No temas necesarios, no temas que el público quiere ver. En el arte callejero, por ejemplo, la trasgresión es el muro. El acto de pintar es trasgresor, porque es la prohibición. El contenido, en tanto, puede perfectamente tener carta de ciudadanía. Muchas veces es así. De esta forma, la trasgresión tiende a desaparecer. El guardia municipal dice “déjalo no más, está bonito el mono”.

De esta forma, volviendo al principio, el fenómeno es notable: el acceso al arte de vanguardia mediante este filtro dado por el precio de las obras estaría causando lo que antiguamente causaba la censura. Solo una pequeña porción de la sociedad, una elite, estaría accediendo a estas obras. Si el coleccionista no tiene interés en presentar la obra al público, pues simplemente no la muestra. No me extrañaría la existencia de un grupo de millonarios preocupados de las buenas costumbres que, simplemente, compran este arte con el objetivo de borrarlo del público. Las perspectivas de un sistema como este se vuelven siniestras. Se puede, perfectamente, tirar al alza determinadas obras indeseables con el objetivo que no caigan en manos equivocadas. Tal como en la película “ojos bien cerrados” en la que se establece el derecho a la orgía solo para una pequeña y refinada elite, el derecho al arte de vanguardia se vuelve derecho para unos pocos. Y todo eso con la venia, la aceptación y la colaboración de los propios artistas. El beneficio que obtienen es demasiado grande para resistirse. No se trata solo de una cuestión de precio. Es el sistema artístico completo el que se haya orientado a una cierta jerarquización. El ascenso a la cumbre del arte es un camino pedregoso e implica, de inmediato, el contacto con las elites, los poderes fácticos, los millonarios, el exclusivo club de Forbes. En Chile, los poderes fácticos del arte están manejados por los mismos apellidos que controlan el resto de la sociedad. Son los mismos círculos de poder. Y el artista promedio no hace más que intentar llegar a esa elite convirtiéndose en un arribista para poder surgir, modificando su lenguaje, su vestimenta, etc. Pero en Chile nada es fácil para el artista promedio. El apellido pesa infinitamente más que las montones de acciones arribistas. Mejor harían con dedicarse con honestidad a hacer arte.

martes, 15 de diciembre de 2009

Las ciudades y su significado

Ciudades construidas a imagen y semejanza de nuestros símbolos. Ciudades que contienen cada uno de nuestros deseos. Antiguamente la ciudad era, también, un arma. Al modo de los tanques, la ciudad brindaba protección. La ciudad medieval se construía al lado de los “tanques” de esa época, los castillos, cuya función original era meramente bélica. A su alero fue posible establecer algún determinado tipo de comercio. Pero actualmente no hay enemigos externos que nos ataquen. Tenemos enemigos internos, pero contra ellos no hay nada que hacer. Evitar ciertos lugares. Por lo tanto la ciudad posee otras funcionalidades. La ciudad debe poblarse de lo que existe en la mente del hombre. Da la idea que cualquier cosa puede ser llevada a cabo en ella.

Dentro de ellos hay lugares que llevan al máximo el cumplimiento de los sueños: son los malles. Obviamente, en los malles no todos los sueños son cumplidos. Pero a la ciudad le da lo mismo. La ciudad tiene espacio para todos. Hay sectores de la ciudad construidos para satisfacer sueños sexuales, como los sexshops o los café con piernas o los topless o las esquinas donde se consiguen prostitutas callejeras o la infinidad de pequeños departamentos céntricos que poseen prostitutas siempre atentas a sus clientes. Los proyectos arquitectónicos modernos llevan a cabo nuevas estrategias de cumplimientos de deseos. Por ejemplo, edificios como el Territoria 3000 que poseen una serie de comodidades, pero también poseen una serie de prestaciones inesperadas: hay habitaciones con la tina en medio del living y, con ella, con una vista privilegiada de todo Santiago. Como decía Huidobro al elaborar su creacionismo: “hay cosas que la naturaleza no provee, pero que nos gustaría mucho ver”. El daba ejemplos como horizontes cerrados y cosas así, pero como sea, la modernidad es capaz de hacernos “ver” lo que sea. Un ejemplo extremo es Dubai, donde todos los deseos, hasta los más absurdos, pueden ser (y son) llevados a cabo, como centros de ski en medio del desierto.

Hay algo de infantil en eso. Es también algo irresponsable. Porque, después de todo, llevar a cabo esos deseos implica el uso de importantes recursos. Ustedes dirán, pero qué importa, en Dubai hay dinero. Claro, hay dinero, pero ese dinero ¿de donde proviene? El dinero representa otra cosa, es el símbolo de otra cosa. Esa otra cosa son recursos y la energía invertida para lograr extraerlos. Se han obtenido de otros sectores del globo. Los seres humanos llevamos nuestros recursos (nuestra energía) a Dubai porque ellos, lo árabes, aseguran que devolverán más. ¿Y como devuelven “más”? Creando un lugar de ensueño al que atraer turistas. Tienen la promesa de hacer realidad los deseos. No me puedo quitar la idea de que las inmobiliarias son excelentes organizaciones “psicoanalistas” que rastrean en el fondo del inconsciente Jungiano, buscando aquello que nos haga “feliz”, y que sea construible además. Actualmente casi cualquier cosa es construible. Sin duda que se puede discutir la incidencia de esto en el balance energético mundial y el equilibrio de las especies sobre el planeta.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La calles dibujadas por estudiantes

Un ejercicio usual para los estudiantes universitarios es enviarlos a la calle. Una vez en la calle dibujan lo que ven poniendo todo su empeño. A eso le llaman “dibujar al aire libre”. Obviamente, el aire no tiene nada de libre. El aire está plagado de significados. Lo que dibuja el sujeto es la ciudad. Y la ciudad fue construida a imagen y semejanza de determinados “planos”, los cuales son dibujados por determinados arquitectos, los cuales a su vez adhieren a determinadas estéticas. Por ende, el tipo que sale a la calle a dibujar sale a copiar la mente de los arquitectos, las perspectivas que imaginaron, las iluminaciones y disposición de elementos tal y como las imaginaron. Por lo tanto, se trata de un ejercicio curioso, que en nada se parece a las experiencias que pudo tener Van Gogh cuando salía a la campiña con su caballete.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A propósito de Gomorra

Uno de los motivos de la idealización que se ha hecho de la mafia tiene que ver con Hollywood. La trilogía “el padrino” es clara en señalar la ética y las buenas razones de la mafia. Muchos telespectadores en sus casas piensan, de inmediato, en ser mafiosos. Parece un mundo atractivo. Sin embargo, no son esos los verdaderos mafiosos. Los verdaderos mafiosos se dedican, actualmente, a negocios bastante más turbios y feos que producir toneladas de coca. Los negocios de la mafia son, actualmente, más peligrosos para el ser humano y no necesariamente ilegales. Son éticamente reprobables. Dentro de ellos, los crímenes ambientales. En muchos países la regulación ambiental es tenue o inexistente, de tal forma que se transforman en el sitio ideal para asentamiento de sujetos sin escrúpulos, los que, convencionalmente, llamamos mafiosos. De los crímenes ambientales, me tocará hablar más adelante.

De todas formas queda la duda, ¿cómo definimos, en términos más genéricos a un mafioso? ¿Quiénes pueden calificarse de promotores de la ética mafiosa? El punto es que no solo el bajo mundo puede calificarse de mafioso u “organizado en torno a actividades reñidas con la ética”. El “buen mundo” también se permite esta clase de orgánicas. Tenemos por ejemplo, toda la gran familia de resquicios legales, cuyo objetivo es ayudar a conseguir objetivos a determinados grupos de poder. El grupo de poder y su estudio de abogados llegan a una total simbiosis en este aspecto. Ambos luchan para conseguir el objetivo. Esos objetivos pueden ir desde conseguir “pasar” determinado requisito gubernamental hasta ganar un juicio de trabajadores, clientes insatisfechos o entornos contaminados. En todos los casos nombrados puede ocurrir que el grupo de poder sea el culpable o por lo menos tenga una responsabilidad importante en los hechos. Por su propia naturaleza, el grupo de poder comete acciones que no son evaluadas hasta el infinito, salvo regulaciones gubernamentales. En la defensa de los puntos anteriores, en la minimización de responsabilidades el abogado es llevado a cometer actos reñidos con la ética, aunque casi siempre “legales”. Los actos “reñidos con la ética” (expresión que parece eufemismo de algo gravísimo), tienen, todos, la potencialidad de realizar daños futuros.

No voy enumerar todos los aspectos y detalles de una simbiosis como esa, pero el punto es: una orgánica de esta naturaleza contiene características mafiosas. Dichas características yo la enumeraría como:

1. Poseen un código elaborado para comunicarse entre los distintos integrantes.
2. Dentro de las leyes estrictas o no escritas se encuentra la ley del silencio.
3. Existe la muerte dentro de la organización. Esta muerte puede ser real, pero no es aún el caso de Chile. En Chile el castigo es la degradación social que significa el desempleo y la posibilidad cierta de no volver a tener un trabajo dentro del entorno mafioso. Puede ser “la quiebra” si es que el desleal es otra organización, “un subcontrato” por ejemplo.

Por lo tanto mi conclusión es: todo el mundo puede funcionar como una red de mafiosos, en determinado periodo o quizá siempre. Por supuesto, el caso de las farmacias coludidas asoma como primerísimo ejemplo.