viernes, 28 de agosto de 2009

Newton o Leibnitz, el celibato o el carrete

En épocas pasadas ser científico era como entrar a un monasterio. Hacer ciencia era, en alguna medida, escrutar la mente del creador. Para ese tiempo ya calaba hondo la idea de que el creador había hecho todo en lenguaje matemático. Una idea rara, para mi gusto. Es como decir que Dios es experto en Algebra y teoría de conjuntos. Evidentemente, ambos sistemas son creaciones humanas, para necesidades humanas. Y eso es harina de otro costal.

Newton encarna, mejor que nadie, el espíritu monacal en la ciencia. Se dice que fue totalmente célibe y su neurosis nos confirma el dato. Por otra parte, no hay que olvidar que en tiempos de Newton no había calculadoras, ni computadores, nada. Ni siquiera reglas de cálculo. Todo tenía que hacerse a mano o ayudándose en “calculistas”. Una tarea titánica, que consumía mucha energía y talento. Se entiende el celibato de Newton.

Sin embargo no todos los grandes matemáticos fueron célibes. Euler tuvo como 20 hijos. Y Leibnitz murió de sífilis. Nada de eso (simples historias personales), invalida el trabajo intelectual que realizó cada cual. Como dijo Maradona respecto de su propia situación, “la pelota no se mancha”. Tenía razón. Todas las estupideces humanas no contribuyen a la corrosión de la obra. Las catedrales siguen ahí. También los aceleradores de partículas. Imperturbables.