martes, 10 de marzo de 2009

El materialismo

El materialismo no sé que cosa será. Es una palabra bastante utilizada. Incluso yo he recurrido a ella, a pesar que no la tengo del todo clara. La verdad es que considero que para tener una visión cabal del asunto debiera hacerse uso de Marx y secuaces. No niego que no los he leído nunca muy en serio. Casi a puros divulgadores (como Lucaks o Fromm) y uno que otro párrafo selecto.

Sin embargo los que usan la palabra materialismo están en las mismas. Y la usan con abuso. El tema es que la usan en un sentido más restringido. Se dice “putas que eris bien materialista”, cuando el tipo está pensando en plata o dinero. Es decir un materialista será una especie de insaciable coleccionista que se siente feliz cuando tiene una moneda más. Los hombres son astutos. Los que poseen esta afición utilizan todos los recursos que tienen a mano: capacidad de disuasión o negociación, violencia, inteligencia, etc. Llegan a poseer grandes sumas.

Respecto de lo anterior, hay dos puntos en los que me quiero detener. Uno es acerca de “la colección”. Creo que es una palabra importante; la avaricia es una forma de coleccionismo, pues el que junta dinero utiliza los mismos circuitos mentales que el que junta estampillas o millas. La idea es juntar, y la felicidad es grande cuando se tiene un elemento más. En el fondo casi todos somos coleccionistas. La sociedad de consumo impone que consumamos con regularidad, un consumo que va más allá de las necesidades básicas o, siendo más preciso, ya se han vuelto básicas para la sociedad en que se mueve el individuo. Podemos coleccionar artículos electrónicos y así pasamos a engrosar el mercado de los consumidores de electrónica, siempre al tanto de nuevas variedades, etc. Hay algunos más obsesivos y afanosos en esta tarea, pero todos, cual más cual menos, coleccionan. Es una actividad corriente en nuestra sociedad.

El segundo punto tiene que ver con los efectos de nuestras acciones. Coleccionar asesinatos no es lo mismo que coleccionar estampillas. Algunas colecciones producen daño en los demás. No se puede olvidar sin embargo, una de las más importantes: Coleccionar empresas. Se está coleccionando una entidad abstracta, pero detrás de ella hay otros humanos involucrados. Ocurre que a veces esos humanos sufren. En todas las épocas, incluyendo la actual. Y ese sufrimiento debe atravesar una barrera infranqueable para que llegue a oídos del coleccionista de empresas. Pues éste solo está rodeado de gente que ayuda en sus objetivos. Quizá en la sucursal estación central de una de las farmacias que componen las inversiones en salud de uno de sus holding se encuentra un hombre de edad mediana que colecciona amores y se halla en trámites con una vendedora y de pronto se entera de la fusión de la cadena de farmacias con otra cadena que se acaban de comprar “los dueños” lo que generará el despido masivo y el daño a uno de sus amores.

El daño que comento no necesariamente tiene que ver con personas de manera directa; también ocurre de una manera más tenue y solapada. Suele suceder que en este afán de empresarios se generen negocios que la sociedad no necesita. Allí uno de los ayudantes del coleccionista dice: “don Máximo, no hay mercado”. O puede que no lo diga, porque antes de decirlo ya habrá elaborado y aplicado la solución: crear el mercado, mediante las estrategias de marketing. Esto significa, en la práctica, que se debe convencer, a la mayor cantidad de gente posible, que necesita determinado producto. Por ejemplo determinado tipo de pantalón o cierto juguete. El problema surge cuando se hacen conteos de respecto de la energía utilizada. Tanta para fabricar el producto, tanta para la campaña de marketing, tanta para la gestión. Cuando ya lo ha comprado, el consumidor se da cuenta que no necesitaba el artículo como creyó al principio y lo termina abandonando en algún recóndito lugar. Y de ahí a la basura. Sospecho que la cantidad de energía que se ha despilfarrado en estas tautologías alcanzaría para resolver todo el problema energético actual, alimentación, etc. Entonces ¿economía centralizada? ¿O libre con leyes restrictivas?. Aquí aparecen los doctores de Harvard o Chicago con sus recetas de siempre. Excepto en las crisis (como la que estamos viviendo): todos los doctores de Chicago ahora desprecian al libre mercado. Todos andan echando una miradita a los manuales marxistas.

1 comentario:

hipoceronte dijo...

Me parece muy cierto ese afán por coleccionar, porque si alguien colecciona conocimientos no sería necesariamente materialista, pero en general eso está asociado a libros, recortes de diarios, fotos, discos, cachureos incluso, todo eso resumible ahora en Gb. Encuentro complicado ser budista.
Nuevamente el problema es, creo, la felicidad ficticia, bacán si alguien es feliz coleccionando Roll Royce, pero me parece probable que la mayoría sea feliz coleccionando cosas de menor valor. Y por supuesto ninguna colección debiera hacer sufrir a otros coleccionista, como pasa con el coleccionador de empresas, por ejemplo.