lunes, 4 de abril de 2011

El Padrino y la justicia

Se dice, casi un lugar común a estas alturas, que la venganza y la justicia son cosas muy diferentes. Y estoy de acuerdo con eso. Pero ese es un alcance más bien teórico En la práctica empírica la justicia “real” funciona como venganza, absolutamente. Casi podría aventurar: no me extrañaría nada que ambos entrañaran el mismo mecanismo neuronal.

Un ejemplo literario de esta relación exquisita entre venganza y justicia (la venganza es un plato que se come frío, etc) es “El padrino” (que es como decir, su autor, es decir Mario Puzo). En él se lee que a cada falta se le corresponde un castigo que debe ser equivalente. Eso se le dice El Padrino a Bataglia cuando pide la muerte para el que violó a su hija. Alguien podría objetarme la frivolidad del ejemplo, pero por suerte tengo un As bajo la manga: Levy Strauss. Según este antropólogo (un estudioso de los regalos) cada vez que se realiza un regalo debe ocurrir una “devuelta”. Si este intercambio equilibrado no se produce, a la larga la sociedad lo paga caro. Ahora bien, en mi opinión el castigo es una especie de “regalo multiplicado por –1”, es decir, un “antiregalo”. Y por lo tanto su economía debe ser cuidada con el mismo equilibrio y, de esa manera, las impresiones de Mario Puzo (la ética del padrino) resultan del todo justificables.

En ese sentido, la pena de muerte me parece con poco sentido práctico: el castigado con la muerte sufre el brevísimo instante de la muerte. Luego, todo es paz, dado que no creo en la existencia del infierno. La cadena perpetua es infinitamente peor, porque es estar muerto en vida.

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