jueves, 20 de noviembre de 2008

La imagen del capitalismo descrita por José Eustasio Rivera

Hace mucho leí un libro que me dejó completamente impactado y que, por eso, pasó a ser uno de los libros importantes que he leído. Han hecho encuestas para fuguetianos, donde preguntan ¿qué libro te llevarías a una isla solitaria? o “los 1000 libros que hay que leer” y otros ocios semejantes. Pues bien, agreguen “La Vorágine” de José Eustasio Rivera. No digamos que el autor es la fama misma, pero recuerdo que lo recomendaban en los antiguos “libros de castellano”.

La vorágine cuenta una época en la historia de Colombia, principios del siglo XX. Los parajes que describe son básicamente dos: la llanura, lugar donde se vive de la ganadería y la selva. Sin duda, la parte dedicada a la selva es la mejor lograda, la mejor contada y la más llena de consecuencias. En mi opinión personal, el autor debió escribir dos libros y llamarlos de manera diferente. Pero sobre ese punto no insistiré demasiado; da para un artículo diferente.

En términos de argumento lo que motiva la historia es el viaje. El primer viaje ocurre por la huida de una pareja que desea estar junta. El segundo viaje empieza cuando la mujer (se trata de una pareja heterosexual, en estos tiempos hay que estarlo aclarando) es raptada y llevada a la selva por un traficante de esclavos. El protagonista es acompañado por un amigo que está en la misma situación. La novela avanza y descubre donde los han llevado: a una faena productiva de extracción de caucho, controlado por dueños venezolanos. Se está en una época donde está prohibida la esclavitud. Pero los empresarios se las arreglan para esclavizar. El método es simple y diabólico: les pagan una miseria. No les alcanza para comprar en la pulpería. El dueño les presta con interés para que puedan comprar. La deuda crece, los trabajadores se endeudan más y al final ya no pueden salir del lugar hasta que hayan pagado la deuda al dueño. Para algunos, la deuda no se alcanzaba a pagar con varias vidas trabajando. Las condiciones de trabajo, obviamente, son extremas. En plena selva, con mosquitos, enfermedades, calor, violencia y una selva que se parece más a un desierto que a un lugar lleno de vida. El que se pierde en la selva muere casi con seguridad; o sobrevive pero vuelve loco. La opción que queda es alimentarse de lo que produce la selva, que debiera ser mucho, pero estos trasplantados del llano colombiano no saben como sobrevivir allí.

El sistema descrito me lleva de inmediato a recordar la situación que se vive en la sociedad “de consumo actual”. Las pulperías de la actualidad han llenado todos los rincones de la ciudad. Los habitantes de la ciudad quieren los productos de la pulpería, porque la sociedad los obliga, mediante “obligaciones sociales”, a vivir una determinada vida y a realizar determinadas adquisiciones en estas pulperías. Nuestras pulperías más grandes entregan prestado con interés. ¿Quién presta con interés?. Porque, al final de la cadena, los prestamistas y los dueños de las pulperías son los mismos. Por lo tanto, el modelo de la vorágine se reproduce en los principios del s XXI. Por supuesto, ahora las deudas son pagables, en principio.

El tema y el libro dan para mucho. Demasiado para el reducido espacio de comprensión y tiempo que es este medio.

viernes, 26 de septiembre de 2008

El futbol y la guerra


Los futbolistas son héroes que van a pelear por la fama de su país. “Esto no es una guerra”, dicen los comentaristas, pero es falso, porque el fútbol es el reemplazo psicológico de la guerra. No recuerdo que filosofo (Emerson o Dewey, tal vez) fue el que propuso el deporte, y la realización periódica de competencias deportivas, como una propuesta seria para acabar con la mala costumbre de acumular armas para usarlas cuando se tuvieran las suficientes. Notar que fue un filosofo. Los juegos olímpicos, los originales allá por el año 700 AC, detenían todo conflicto durante su ejecución.

El fútbol, ahora, es la guerra. Las derrotas en el fútbol se toman de esa manera, comentadas en los diarios, los periodistas con vergüenza, entrenadores que se erigen en salvadores de la patria. Como si hubiéramos perdido un buen trozo de territorio. Zamorano, en sus buenos tiempos, llegaba a Chile como Baquedano después de Yungay. Uno tendería a pensar que las fuerzas armadas están de sobra, pues basta convocar a 25 soldados bien entrenados. O que las mismas fuerzas armadas debieran encargarse de entrenar a los jugadores que van a competencias internacionales. Por lo menos justificarían su existencia. Parece como si el ejercito se hubiera transformado en una antigualla, con su orgullo por victorias de hace 100 años, recordando hundimiento de barcos, toma de cerros, sin mostrar que en las guerras de verdad, las del fútbol, que son las únicas que importan ahora a la nación, Chile no acumula mas que derrotas.

Donde queda claro que el fútbol es una guerra es en Roma. La vieja y querida Roma. Allí llegan los mercenarios, venidos de los rincones mas apartados del mundo. Soldados nubios, egipcios, tracios, lidios, argentinos, chilenos, españoles, nigerianos. Con ellos se organizan batallas en los múltiples coliseos del imperio. Son sangrientas, agotadoras, pero no mortales como antaño. Esto permite dos efectos impensados en la antigüedad: los empates y la existencia de tabla de posiciones. ¿Imaginan dos gladiadores que empatan sin que muera ninguno?

viernes, 22 de agosto de 2008

El dios del mal

Con el tiempo los cristianos asumieron que los dioses ajenos eran demonios. Este fenómeno no es nuevo. El caso Ario-Hindú es claro. Los demonios arios son dioses benéficos en la india y viceversa. O el caso israelita, en que baal ( y un caso particular de baal como baal-zebub o Belcebú) fue siempre calificado de maligno por los profetas y su adoración implicaba la condenación eterna. Así también Ercilla en su Araucana nos señala que los mapuches adoraban a Lucifer y hasta hoy ese mal entendido perdura, incluso en los libros de colegio donde se lee que Pillan es equivalente a demonio. No es este el sitio para ahondar en las razones de tal comportamiento. La respuesta, por lo demás, es fácilmente inferible.

Un ejemplo particular es Dionisos, por ser quien se ha convertido en nuestro actual paradigma de diablo. Fue el último en ingresar al panteón olímpico y famosa es su lucha contra Penteo. La divinidad del vino, de la alegría, del desorden, de la fiesta. Su culto pretende una vuelta ritual al caos primitivo. El espíritu que lo acompaña es la enajenación, la alucinosis, la distorsión de la realidad. A Dionisos se le asociaba el macho cabrío como animal tutelar, así como el perro fue el de Anubis. Su culto fue muy reprimido por los inquisidores medievales, pero cobra nueva fuerza al iniciarse el Renacimiento, asociado al de otra diosa: Diana, la cazadora. Una de las preguntas que constan en los registros de la inquisición dice “¿Haz cabalgado con Diana?”. Aparece relacionado con la brujería y el culto a Satanás, lo cual no deja a de ser irónico: el demonio cristiano es un antiguo dios griego que se negó a morir y el macho cabrío un viejo tótem tribal.

martes, 22 de julio de 2008

Disparando para todos lados: la burocracia del conocimiento


La investigación científica en el mundo tiene una crisis de imaginación. No puedo asegurar que los juicios que emita en este articulo sean por completo ciertos pero si puedo asegurar que representan un sentir. El sentir de que la ciencia se ha transformado en una actividad tremendamente mecánica. Como que para cualquier cosa hay un método definido: investigar, hallar tabla de datos o gráfico, escribir el paper. Casi nunca se ve, incluso es de mal tono, la realización de trabajos puramente especulativos, donde se discutan los problemas y las posibles soluciones. NI siquiera se presentan las posibilidades o aplicaciones de determinada investigación. “Eso es para los ingenieros”, dicen dando, de esa manera, una respuesta miope: Es falso que los ingenieros se preocupan del tema y con ello facilitan la ya afianzada “burocratización de la ciencia”. En esto ultimo quiero detenerme.

La burocracia es un tipo de organización creada por un tal Weber hacia fines del siglo XIX. Tal orgánica influyó en el Taylorismo y la tropa de pensadores positivistas que sobrevivieron hasta el siglo XX, o hasta hoy incluso. Se trataba de una estructura jerarquizada, donde los que se hallan en la base de la pirámide de mando realizan tareas simples y fáciles. En la burocracia no hay movilidad, a lo sumo ascensos que ocurren cada 10 o 20 años. El resto del tiempo el “burócrata” timbra y timbra certificados, despacha y despacha informes, etc. Tareas simples, cuya práctica debiese llevar, según la teoría, a una eficiencia ideal. La burocracia se volvió muy popular en todo el mundo, pues aumentaba de manera asombrosa la eficiencia y se adaptaba muy bien a la concepción estatista de la sociedad.

A la ciencia también llegó la burocracia. Los distintos grados académicos que se entregan a los investigadores son tremendamente inflexibles. Siempre el Magister va a mandar al licenciado y el doctor manda al Magister. Al menos eso es lo que se defiende dentro de las ciencias. Eso, en lo que a relaciones de poder se refiere, pero ocurre lo mismo en las áreas de trabajo del científico promedio. Sujetos que investigan dedican toda una vida al estudio de una determinada aleación, sin compendiar jamás este conocimiento. Ya Ortega y Gasset lo había previsto le había llamado “la barbarie de la especialización”.

Al científico actual parece que no le gustara más que investigar el detallito mas mínimo, sin mirar para ningún lado, sin pensar que ese problema está inmerso en algo infinitamente más grande llamado naturaleza y que, en el fondo, es lo que tratamos de encontrar. El científico se pone anteojeras. Al menos en la Universidad de Chile, es marcadísimo lo que explico. Pero me han contado que pasa lo mismo en las universidades del mundo.

Hay otros hechos que revisten igual o mayor gravedad que el anterior. Y que se hallan muy relacionados con este estilo de “vasos no comunicantes”. Uno de ellos es el nulo deseo de democratizar el conocimiento. Es decir, el conocimiento no se halla ahí para que todos, ignorantes o informados, tengamos acceso y hagamos uso de él. No. La idea es que el que paga (y se paga mucho), lo tenga. Me han contado de conferencias sobre ultimas investigaciones en determinada área, conferencias en CALTECH o MIT, a las que necesariamente hay que pagar. Casos en los que han expulsado prepotentemente a los “colados”. A mi me suena raro. ¿Dónde quedaron los ideales de conocer para entregar a “la humanidad” una mejor comprensión de la fisis?. Los departamentos de extensión, si es que existen, tienen como objeto mostrar obritas de teatro o cine a mil. No salen de eso. Jamás se ve que un experto materiales biológicos haga esfuerzos por divulgar lo que sabe, si es que sabe algo. Nuevamente, esto es marcadísimo en la facultad de Ingeniería de la Chile. Si no me equivoco, no tiene departamento de extensión. Todo lo que hace la chile ( y con ella todo el país, incluso en eso es “la universidad de todos los chilenos”) es con criterio economicista y más encima aplicado de manera mediocre. Una muestra: no se realiza colaboración con universidades privadas. Se sabe que las privadas no tienen, por lo general, laboratorios para ingeniería. Uno esperaría que la Chile se avivara y les ofreciera el servicio, con criterio economicista. Eso no se hará jamás. Las universidades privadas, dicen, son la competencia directa de la Chile y nosotros no podemos ayudar a la competencia. Suena bien. Sin embargo, de la Chile provienen muchas de las críticas que se hacen contra el sistema de competencia. Por otro lado está demostrado (Vease Amartya Sen o John Nash) que la economía funciona bien si se compite, pero que funciona aún mejor si se colabora. Los motivos para no colaborar con universidades privadas aparecen como políticamente muy correctos, pero carecen de visión y de verdadera economía. Por supuesto la colaboración podría darse con otras instancias de estudiantes (institutos, colegios, etc), pero para eso los recursos son bastantes. Ya sabemos que el estado no está dispuesto a invertir en traspaso de conocimientos de alta calidad a entidades que lo requieren con tanta urgencia y, menos aún, que esa tarea quede en manos de una universidad como la Chile. Los actuales manejadores del estado prefieren que el estado se encargue. Resultado: los operadores políticos tienen financiados sus asados y otras actividades menos alegres.

Esta falta de democracia que he descrito tiene un efecto bastante conocido en Chile. Y del cual todos nos hemos visto perjudicados. Se trata de la carencia de innovación, definida ésta como la creación llevada a negocios. Nadie puede negar que los negocios en el ámbito industrial carecen completamente de imaginación. Es fundamental que exista. En los tiempos de crisis, los empresarios se lamentan. ¿Para qué esperar hasta que llegue una crisis para hacer mejor las cosas?, pero cuando hay abundancia, nadie se acuerda.

lunes, 7 de julio de 2008

Democracia, Internet e Historia


Es curioso notar como la historia (ese periodo humano que utiliza la escritura) se transforma en una cuestión “no democrática”. La historia no la viven todos los seres humanos, bueno es decirlo. La historia es para unos pocos ilustrados que, por efecto de utilizar el medio escrito, acceden al poder. Ahora bien: el poder posee una cierta relación muy estrecha a la escritura. El dinero, desde tiempos inmemoriales, se cuenta (es decir, se mide) con la escritura. La utilización de la escritura va de lo puramente estético, a lo puramente práctico, como pudiese ser el conteo de números. Pero ambos establecen una cierta cuota de poder dentro de la historia.

Contraejemplos: Existen algunos que llegan al poder sin manejar la escritura, casi siempre maleantes. Pero no creo que existan maleantes de importancia, es decir con poder, que dejen fuera de su organización la escritura. Todo gran maleante tiene un excelente contador.

La internet, por su parte, ha generado una serie de modificaciones y una de las más notables tiene que ver en como el “cibernauta” se convierte en un sujeto de la historia, de manera que su vida va dejando un registro, en principio eterno. O hasta que los servidores mundiales sobrevivan. Hay, en alguna medida, una democratización de la historia. Ya no es necesario conseguir un amanuense que nos escriba las cartas, ni un bardo que cante nuestras hazañas. Ahora cada cual puede escribir las suyas, o puede escribir esos balbuceos breves del chat, o puede subir fotos o videos de su entorno a la red. Porque la democratización de la historia va ligada a una democratización de muchas otras expresiones que poseen carácter histórico y, en muchos casos, poseen también un carácter “simbólico”. A los que no se convenzan de lo que les digo puedo pedirles que realicen el experimento de mirar su cámara digital (si la tienen) desde las fotos recientes hasta las más antiguas a una cierta velocidad. Si ustedes tienen una cámara con mucha memoria (y un grado de costumbre de usarla) experimentarán una sensación de retroceso vital que puede sorprender. Incluso angustiar. Pueden jugar a “pasar toda la vida en un segundo” y, con eso, jugar también a la muerte. En una tarjeta de 2 Gb pueden, perfectamente, almacenar varios de meses de su vida.

Una ultima consideración ¿es esta democracia una forma de democracia real o es solo virtual?. De momento, me inclino por la segunda.

jueves, 19 de junio de 2008

Sobre la mayúscula en la palabra cristo

La Rae nos dice: “la palabra cristo se escribe con mayúscula porque cristo fue uno solo, por lo tanto cumple con la regla gramatical de que a las cosas únicas se les pone con mayúsculas”. Pero esa afirmación es cuestionable. Porque cristos hubo y habrá muchos. La literatura más aceptada prefiere la palabra “iluminados” o “enviados” o “personajes de voluntad mesiánica” para referirse a aquellos otros cristos, los apócrifos, para utilizar una palabra que se ha hecho popular en el último tiempo, gracias a un libro mediocre con su respectiva película ídem, pero que han tenido (ambos) la virtud de poner el tema en la agenda del ciudadano corriente. Recurriendo al dato duro, no se debe olvidar que en la época del cristo existió la más completa gama de religiones extrañas compitiendo en recetas y fórmulas para alcanzar la “salvación del alma”. Es más, esas recetas siempre han existido, desde otros ámbitos, principalmente desde la “filosofía”, utilizando una palabra genérica dado que no hay nada mejor para referirse a pitagóricos, órficos y otros grupetes. Pero la época de cristo era especialmente pródiga en recetas religiosas. Por ejemplo la secta de los fanaticci, iluminados frigios que llegaron a la capital del imperio (Roma) haciendo los malabares mas diversos, dando saltos, cayendo en éxtasis, etc. Otro ejemplo perdurable es el mitraismo, secta de origen persa en la que se adoraba a Mitra, deidad secundaria en la religión de Zaratustra, y cuya historia recuerda en muchos aspectos la historia del nacimiento de cristo: nace “sin pecado” y es visitado por reyes magos. Otro caso es la secta de los Gnósticos, cuya idea era alcanzar un conocimiento universal acerca de las cosas practicando diversas formas de ascetismo. Se calificaba de Gnósticos a grupos con corrientes de pensamiento muy diverso, sin una estructura común. Según entiendo (no estoy al tanto de investigaciones en esa área) los Esenios eran uno de estos grupos “gnósticos”. Por último, una secta que aún sobrevive en forma larvada (y disimulada) en algunos sectores del norte de la India: El maniqueismo.

Pues bien, cada uno de estos grupos poseía un “enviado”, un ser mítico (a veces con existencia histórica), cuya directa conexión con dios permitía una salvación total del creyente. Uno puede teorizar hasta qué punto existen elementos fascistas en esta actitud y una teorización como esa con seguridad daría conclusiones interesantes.

Por supuesto los creyentes podrían hacer la observación lógica: “si, pero de todas esas religiones que nombras no sobrevivió ninguna. La de cristo, entonces debe ser la correcta”. Creo que esa observación no es correcta en absoluto. Hay que recordar que la sobrevivencia siempre está asociada a motivos darwinianos (o neodarwinianos si se quiere ser exacto): una selección natural de las corrientes de pensamiento. Lo cual es una explicación para mi gusto correcta del fenómeno. Pero no se debe olvidar algo peor aun para la “observación lógica”: la de cristo no es la única que sobrevivió. Tenemos por un lado al Budismo y al islamismo, más una infinidad de recetas de salavación algunas de las cuales han sido absorbidas por el propio cristianismo, por ejemplo la religiosidad popular haitiana o del norte del Chile.

El Budismo, por su parte, es una religión que se planteó en términos ateos en su origen. Pero con el tiempo se volvió mesiánica: Buda fue enviado por los dioses para salvar al hombre de la infelicidad. El islamismo, por su parte, fue mesiánica desde su origen: el mismo Mahoma se planteaba a si mismo como el único representante de Alá, un enviado que venía para predicar al mundo entero. Vale la pena añadir que ambas religiones poseen muchísimos más creyentes que el cristianismo.

Resumiendo: esto nos lleva al principio del artículo. En un acto de honestidad la real academia debiese permitir la escritura de la palabra cristo como si fuese un sustantivo corriente.

lunes, 9 de junio de 2008

Kafka y la angustia por el infinito

La obra Kafkiana, que tan amplia nos parece en algunos sentidos, es atravesada, como todas las obras de los grandes creadores, por símbolos que hemos de calificar, en palabras de Sábato, como “obsesiones” repetitivas y constantes. La cultura tiene que ver con objetos sociales y con relaciones entre ellos. Los objetos sociales son la obsesión del escritor y sus relaciones son los relatos que hace. Por ello, la cultura se ve muy beneficiada cuando un escritor ha encontrado su obsesión. Pero el beneficio del que hablo sólo se vuelve útil cuando el escritor informa a la sociedad de su hallazgo. Cuando no es así, la cultura que ha encontrado el escritor muere con él. El tipo ha perdido el tiempo. Perseguir una obsesión es una cosa grave: no es un pasatiempo; es, en realidad, un acto de compromiso con los demás seres humanos. La aparición de cultura alternativa, o la indagación de la propia, ayuda a la sobrevivencia de los pueblos. Y la sobrevivencia de un pueblo no es una tonterita más. Es indispensable que el oficio de escritor continúe adelante. Hay muchas obsesiones de esta clase en Kafka, por ejemplo La Ley, el Poder o el Padre. Existe mucha bibliografía que trata el tema y, sin duda, la mejor bibliografía para comprenderlos es la obra misma de Kafka.

Hay una obsesión, sin embargo, de la cual aún no he encontrado reseña. Me refiero al infinito y la angustia ante el infinito. Lo interesante del caso es que Kafka se maneja en una versión bastante matemática del infinito. Yo diría que si se quiere comprender el concepto en su desesperante magnitud, lo mejor es recurrir al narrador checo y no a los libros de cálculo infinitesimal. No olvidemos que uno de los creadores del concepto moderno de infinito (Georg Cantor) se suicidó. Veamos la definición.

Se dice que un conjunto es infinito si al posicionarse en un punto cualquiera del conjunto, resulta que la pregunta “¿hay algo más grande que ese punto?” tiene respuesta afirmativa siempre. Existen muchos de estos conjuntos: los números enteros, los números reales y tal vez el universo mismo. En la obra kafkiana también existen esta clase de conjuntos: la torre de babel, la muralla china, el imperio, la ley, el tiempo del ayunador. La muralla china, evidentemente, no es infinita, rodear un imperio puede ser una tarea ardua pero no estrictamente imposible. Pero la narrativa de Kafka nos hace creer que es así. La manera en que los obreros trabajan años tras año, con estrategias de ensayo y error, a veces absurdas e inútiles nos convence que la terminación de la obra es imposible. O el hombre que está ante la puerta de la ley y se le dice que nada saca con luchar porque la cantidad de guardianes es enorme y cuando se dice enorme el hombre comprende que se refiere a infinita. O el ayunador que quiere ayunar para siempre y su propio cuerpo se transforma en límite, puesto que se morirá antes de alcanzar su sueño.

Se dice que el padre de Kafka, un día, para castigarlo, lo dejó afuera de la casa, toda una noche de frío y nieve. Eso nos hace pensar en otra de las constantes en su obra: la condena. Muchas veces estas condenas no tienen fin. Lo interesante es que los proyectos infinitos que “deben” construir sus personajes pueden ser interpretados como una condena cuando vemos que se trata de trabajos infinitos. Su infinidad genera la angustia y luego genera una condena. Esto es la repetición hasta la saciedad, de maneras muy sutiles, del viejo mito de Sísifo, aquel pobre griego que debía cargar una piedra y cuando llegaba a la cumbre esta piedra caía al despeñadero. Como diría Camus, el mito de Sísifo nos conecta con el absurdo. El infinito es una condena porque en la mente del castigado sobreviene la angustia y el sentimiento de que los acontecimientos son absurdos. ¿Quién es el castigado? Al parecer no los personajes, porque ellos se mantienen en la inocencia, como Sísifo, que volverá a cargar su piedra como si hubiera olvidado por completo que la piedra se le cayó hace apenas un minuto. Los constructores de la muralla siguen con tesón su tarea, el ayunador seguirá sin comer, etc. Pero al lector le pasa lo desagradable. Es como si Kafka estuviera usando un extraño método para sacarnos en cara sus miserias: literatura. La metáfora de Sísifo cruza la obra de Kafka, aplicada o “aterrizada” a diversas situaciones, muy abstractas por cierto. Nuevas situaciones para el viejo mito. Uno se pregunta, ¿es posible seguir buscando más aplicaciones de la metáfora? ¿Es esa una senda todavía por recorrer? Los autores se repiten, toda escritura es una reescritura. Sin duda que abundan los chilenos angustiados ante el infinito. Sin duda que hay escritores que asustan a sus lectores con el infinito. Aunque no sean ellos los más talentosos para hacerlo; son mucho mejores las financieras, la justicia, el poder, los medios, el conocimiento, la violencia, el dolor. Los mismos culpables de siempre. Al escritor no le queda más remedio que retratar la sociedad en que vivimos, otra vez como siempre.

Bibliografía:
En castigo léase los siguientes cuentos de Kafka
[1] Ante la Ley
[2] La construcción de la muralla china.
[3] Un mensaje imperial
[4] El artista del hambre