viernes, 22 de agosto de 2008

El dios del mal

Con el tiempo los cristianos asumieron que los dioses ajenos eran demonios. Este fenómeno no es nuevo. El caso Ario-Hindú es claro. Los demonios arios son dioses benéficos en la india y viceversa. O el caso israelita, en que baal ( y un caso particular de baal como baal-zebub o Belcebú) fue siempre calificado de maligno por los profetas y su adoración implicaba la condenación eterna. Así también Ercilla en su Araucana nos señala que los mapuches adoraban a Lucifer y hasta hoy ese mal entendido perdura, incluso en los libros de colegio donde se lee que Pillan es equivalente a demonio. No es este el sitio para ahondar en las razones de tal comportamiento. La respuesta, por lo demás, es fácilmente inferible.

Un ejemplo particular es Dionisos, por ser quien se ha convertido en nuestro actual paradigma de diablo. Fue el último en ingresar al panteón olímpico y famosa es su lucha contra Penteo. La divinidad del vino, de la alegría, del desorden, de la fiesta. Su culto pretende una vuelta ritual al caos primitivo. El espíritu que lo acompaña es la enajenación, la alucinosis, la distorsión de la realidad. A Dionisos se le asociaba el macho cabrío como animal tutelar, así como el perro fue el de Anubis. Su culto fue muy reprimido por los inquisidores medievales, pero cobra nueva fuerza al iniciarse el Renacimiento, asociado al de otra diosa: Diana, la cazadora. Una de las preguntas que constan en los registros de la inquisición dice “¿Haz cabalgado con Diana?”. Aparece relacionado con la brujería y el culto a Satanás, lo cual no deja a de ser irónico: el demonio cristiano es un antiguo dios griego que se negó a morir y el macho cabrío un viejo tótem tribal.

martes, 22 de julio de 2008

Disparando para todos lados: la burocracia del conocimiento


La investigación científica en el mundo tiene una crisis de imaginación. No puedo asegurar que los juicios que emita en este articulo sean por completo ciertos pero si puedo asegurar que representan un sentir. El sentir de que la ciencia se ha transformado en una actividad tremendamente mecánica. Como que para cualquier cosa hay un método definido: investigar, hallar tabla de datos o gráfico, escribir el paper. Casi nunca se ve, incluso es de mal tono, la realización de trabajos puramente especulativos, donde se discutan los problemas y las posibles soluciones. NI siquiera se presentan las posibilidades o aplicaciones de determinada investigación. “Eso es para los ingenieros”, dicen dando, de esa manera, una respuesta miope: Es falso que los ingenieros se preocupan del tema y con ello facilitan la ya afianzada “burocratización de la ciencia”. En esto ultimo quiero detenerme.

La burocracia es un tipo de organización creada por un tal Weber hacia fines del siglo XIX. Tal orgánica influyó en el Taylorismo y la tropa de pensadores positivistas que sobrevivieron hasta el siglo XX, o hasta hoy incluso. Se trataba de una estructura jerarquizada, donde los que se hallan en la base de la pirámide de mando realizan tareas simples y fáciles. En la burocracia no hay movilidad, a lo sumo ascensos que ocurren cada 10 o 20 años. El resto del tiempo el “burócrata” timbra y timbra certificados, despacha y despacha informes, etc. Tareas simples, cuya práctica debiese llevar, según la teoría, a una eficiencia ideal. La burocracia se volvió muy popular en todo el mundo, pues aumentaba de manera asombrosa la eficiencia y se adaptaba muy bien a la concepción estatista de la sociedad.

A la ciencia también llegó la burocracia. Los distintos grados académicos que se entregan a los investigadores son tremendamente inflexibles. Siempre el Magister va a mandar al licenciado y el doctor manda al Magister. Al menos eso es lo que se defiende dentro de las ciencias. Eso, en lo que a relaciones de poder se refiere, pero ocurre lo mismo en las áreas de trabajo del científico promedio. Sujetos que investigan dedican toda una vida al estudio de una determinada aleación, sin compendiar jamás este conocimiento. Ya Ortega y Gasset lo había previsto le había llamado “la barbarie de la especialización”.

Al científico actual parece que no le gustara más que investigar el detallito mas mínimo, sin mirar para ningún lado, sin pensar que ese problema está inmerso en algo infinitamente más grande llamado naturaleza y que, en el fondo, es lo que tratamos de encontrar. El científico se pone anteojeras. Al menos en la Universidad de Chile, es marcadísimo lo que explico. Pero me han contado que pasa lo mismo en las universidades del mundo.

Hay otros hechos que revisten igual o mayor gravedad que el anterior. Y que se hallan muy relacionados con este estilo de “vasos no comunicantes”. Uno de ellos es el nulo deseo de democratizar el conocimiento. Es decir, el conocimiento no se halla ahí para que todos, ignorantes o informados, tengamos acceso y hagamos uso de él. No. La idea es que el que paga (y se paga mucho), lo tenga. Me han contado de conferencias sobre ultimas investigaciones en determinada área, conferencias en CALTECH o MIT, a las que necesariamente hay que pagar. Casos en los que han expulsado prepotentemente a los “colados”. A mi me suena raro. ¿Dónde quedaron los ideales de conocer para entregar a “la humanidad” una mejor comprensión de la fisis?. Los departamentos de extensión, si es que existen, tienen como objeto mostrar obritas de teatro o cine a mil. No salen de eso. Jamás se ve que un experto materiales biológicos haga esfuerzos por divulgar lo que sabe, si es que sabe algo. Nuevamente, esto es marcadísimo en la facultad de Ingeniería de la Chile. Si no me equivoco, no tiene departamento de extensión. Todo lo que hace la chile ( y con ella todo el país, incluso en eso es “la universidad de todos los chilenos”) es con criterio economicista y más encima aplicado de manera mediocre. Una muestra: no se realiza colaboración con universidades privadas. Se sabe que las privadas no tienen, por lo general, laboratorios para ingeniería. Uno esperaría que la Chile se avivara y les ofreciera el servicio, con criterio economicista. Eso no se hará jamás. Las universidades privadas, dicen, son la competencia directa de la Chile y nosotros no podemos ayudar a la competencia. Suena bien. Sin embargo, de la Chile provienen muchas de las críticas que se hacen contra el sistema de competencia. Por otro lado está demostrado (Vease Amartya Sen o John Nash) que la economía funciona bien si se compite, pero que funciona aún mejor si se colabora. Los motivos para no colaborar con universidades privadas aparecen como políticamente muy correctos, pero carecen de visión y de verdadera economía. Por supuesto la colaboración podría darse con otras instancias de estudiantes (institutos, colegios, etc), pero para eso los recursos son bastantes. Ya sabemos que el estado no está dispuesto a invertir en traspaso de conocimientos de alta calidad a entidades que lo requieren con tanta urgencia y, menos aún, que esa tarea quede en manos de una universidad como la Chile. Los actuales manejadores del estado prefieren que el estado se encargue. Resultado: los operadores políticos tienen financiados sus asados y otras actividades menos alegres.

Esta falta de democracia que he descrito tiene un efecto bastante conocido en Chile. Y del cual todos nos hemos visto perjudicados. Se trata de la carencia de innovación, definida ésta como la creación llevada a negocios. Nadie puede negar que los negocios en el ámbito industrial carecen completamente de imaginación. Es fundamental que exista. En los tiempos de crisis, los empresarios se lamentan. ¿Para qué esperar hasta que llegue una crisis para hacer mejor las cosas?, pero cuando hay abundancia, nadie se acuerda.

lunes, 7 de julio de 2008

Democracia, Internet e Historia


Es curioso notar como la historia (ese periodo humano que utiliza la escritura) se transforma en una cuestión “no democrática”. La historia no la viven todos los seres humanos, bueno es decirlo. La historia es para unos pocos ilustrados que, por efecto de utilizar el medio escrito, acceden al poder. Ahora bien: el poder posee una cierta relación muy estrecha a la escritura. El dinero, desde tiempos inmemoriales, se cuenta (es decir, se mide) con la escritura. La utilización de la escritura va de lo puramente estético, a lo puramente práctico, como pudiese ser el conteo de números. Pero ambos establecen una cierta cuota de poder dentro de la historia.

Contraejemplos: Existen algunos que llegan al poder sin manejar la escritura, casi siempre maleantes. Pero no creo que existan maleantes de importancia, es decir con poder, que dejen fuera de su organización la escritura. Todo gran maleante tiene un excelente contador.

La internet, por su parte, ha generado una serie de modificaciones y una de las más notables tiene que ver en como el “cibernauta” se convierte en un sujeto de la historia, de manera que su vida va dejando un registro, en principio eterno. O hasta que los servidores mundiales sobrevivan. Hay, en alguna medida, una democratización de la historia. Ya no es necesario conseguir un amanuense que nos escriba las cartas, ni un bardo que cante nuestras hazañas. Ahora cada cual puede escribir las suyas, o puede escribir esos balbuceos breves del chat, o puede subir fotos o videos de su entorno a la red. Porque la democratización de la historia va ligada a una democratización de muchas otras expresiones que poseen carácter histórico y, en muchos casos, poseen también un carácter “simbólico”. A los que no se convenzan de lo que les digo puedo pedirles que realicen el experimento de mirar su cámara digital (si la tienen) desde las fotos recientes hasta las más antiguas a una cierta velocidad. Si ustedes tienen una cámara con mucha memoria (y un grado de costumbre de usarla) experimentarán una sensación de retroceso vital que puede sorprender. Incluso angustiar. Pueden jugar a “pasar toda la vida en un segundo” y, con eso, jugar también a la muerte. En una tarjeta de 2 Gb pueden, perfectamente, almacenar varios de meses de su vida.

Una ultima consideración ¿es esta democracia una forma de democracia real o es solo virtual?. De momento, me inclino por la segunda.

jueves, 19 de junio de 2008

Sobre la mayúscula en la palabra cristo

La Rae nos dice: “la palabra cristo se escribe con mayúscula porque cristo fue uno solo, por lo tanto cumple con la regla gramatical de que a las cosas únicas se les pone con mayúsculas”. Pero esa afirmación es cuestionable. Porque cristos hubo y habrá muchos. La literatura más aceptada prefiere la palabra “iluminados” o “enviados” o “personajes de voluntad mesiánica” para referirse a aquellos otros cristos, los apócrifos, para utilizar una palabra que se ha hecho popular en el último tiempo, gracias a un libro mediocre con su respectiva película ídem, pero que han tenido (ambos) la virtud de poner el tema en la agenda del ciudadano corriente. Recurriendo al dato duro, no se debe olvidar que en la época del cristo existió la más completa gama de religiones extrañas compitiendo en recetas y fórmulas para alcanzar la “salvación del alma”. Es más, esas recetas siempre han existido, desde otros ámbitos, principalmente desde la “filosofía”, utilizando una palabra genérica dado que no hay nada mejor para referirse a pitagóricos, órficos y otros grupetes. Pero la época de cristo era especialmente pródiga en recetas religiosas. Por ejemplo la secta de los fanaticci, iluminados frigios que llegaron a la capital del imperio (Roma) haciendo los malabares mas diversos, dando saltos, cayendo en éxtasis, etc. Otro ejemplo perdurable es el mitraismo, secta de origen persa en la que se adoraba a Mitra, deidad secundaria en la religión de Zaratustra, y cuya historia recuerda en muchos aspectos la historia del nacimiento de cristo: nace “sin pecado” y es visitado por reyes magos. Otro caso es la secta de los Gnósticos, cuya idea era alcanzar un conocimiento universal acerca de las cosas practicando diversas formas de ascetismo. Se calificaba de Gnósticos a grupos con corrientes de pensamiento muy diverso, sin una estructura común. Según entiendo (no estoy al tanto de investigaciones en esa área) los Esenios eran uno de estos grupos “gnósticos”. Por último, una secta que aún sobrevive en forma larvada (y disimulada) en algunos sectores del norte de la India: El maniqueismo.

Pues bien, cada uno de estos grupos poseía un “enviado”, un ser mítico (a veces con existencia histórica), cuya directa conexión con dios permitía una salvación total del creyente. Uno puede teorizar hasta qué punto existen elementos fascistas en esta actitud y una teorización como esa con seguridad daría conclusiones interesantes.

Por supuesto los creyentes podrían hacer la observación lógica: “si, pero de todas esas religiones que nombras no sobrevivió ninguna. La de cristo, entonces debe ser la correcta”. Creo que esa observación no es correcta en absoluto. Hay que recordar que la sobrevivencia siempre está asociada a motivos darwinianos (o neodarwinianos si se quiere ser exacto): una selección natural de las corrientes de pensamiento. Lo cual es una explicación para mi gusto correcta del fenómeno. Pero no se debe olvidar algo peor aun para la “observación lógica”: la de cristo no es la única que sobrevivió. Tenemos por un lado al Budismo y al islamismo, más una infinidad de recetas de salavación algunas de las cuales han sido absorbidas por el propio cristianismo, por ejemplo la religiosidad popular haitiana o del norte del Chile.

El Budismo, por su parte, es una religión que se planteó en términos ateos en su origen. Pero con el tiempo se volvió mesiánica: Buda fue enviado por los dioses para salvar al hombre de la infelicidad. El islamismo, por su parte, fue mesiánica desde su origen: el mismo Mahoma se planteaba a si mismo como el único representante de Alá, un enviado que venía para predicar al mundo entero. Vale la pena añadir que ambas religiones poseen muchísimos más creyentes que el cristianismo.

Resumiendo: esto nos lleva al principio del artículo. En un acto de honestidad la real academia debiese permitir la escritura de la palabra cristo como si fuese un sustantivo corriente.

lunes, 9 de junio de 2008

Kafka y la angustia por el infinito

La obra Kafkiana, que tan amplia nos parece en algunos sentidos, es atravesada, como todas las obras de los grandes creadores, por símbolos que hemos de calificar, en palabras de Sábato, como “obsesiones” repetitivas y constantes. La cultura tiene que ver con objetos sociales y con relaciones entre ellos. Los objetos sociales son la obsesión del escritor y sus relaciones son los relatos que hace. Por ello, la cultura se ve muy beneficiada cuando un escritor ha encontrado su obsesión. Pero el beneficio del que hablo sólo se vuelve útil cuando el escritor informa a la sociedad de su hallazgo. Cuando no es así, la cultura que ha encontrado el escritor muere con él. El tipo ha perdido el tiempo. Perseguir una obsesión es una cosa grave: no es un pasatiempo; es, en realidad, un acto de compromiso con los demás seres humanos. La aparición de cultura alternativa, o la indagación de la propia, ayuda a la sobrevivencia de los pueblos. Y la sobrevivencia de un pueblo no es una tonterita más. Es indispensable que el oficio de escritor continúe adelante. Hay muchas obsesiones de esta clase en Kafka, por ejemplo La Ley, el Poder o el Padre. Existe mucha bibliografía que trata el tema y, sin duda, la mejor bibliografía para comprenderlos es la obra misma de Kafka.

Hay una obsesión, sin embargo, de la cual aún no he encontrado reseña. Me refiero al infinito y la angustia ante el infinito. Lo interesante del caso es que Kafka se maneja en una versión bastante matemática del infinito. Yo diría que si se quiere comprender el concepto en su desesperante magnitud, lo mejor es recurrir al narrador checo y no a los libros de cálculo infinitesimal. No olvidemos que uno de los creadores del concepto moderno de infinito (Georg Cantor) se suicidó. Veamos la definición.

Se dice que un conjunto es infinito si al posicionarse en un punto cualquiera del conjunto, resulta que la pregunta “¿hay algo más grande que ese punto?” tiene respuesta afirmativa siempre. Existen muchos de estos conjuntos: los números enteros, los números reales y tal vez el universo mismo. En la obra kafkiana también existen esta clase de conjuntos: la torre de babel, la muralla china, el imperio, la ley, el tiempo del ayunador. La muralla china, evidentemente, no es infinita, rodear un imperio puede ser una tarea ardua pero no estrictamente imposible. Pero la narrativa de Kafka nos hace creer que es así. La manera en que los obreros trabajan años tras año, con estrategias de ensayo y error, a veces absurdas e inútiles nos convence que la terminación de la obra es imposible. O el hombre que está ante la puerta de la ley y se le dice que nada saca con luchar porque la cantidad de guardianes es enorme y cuando se dice enorme el hombre comprende que se refiere a infinita. O el ayunador que quiere ayunar para siempre y su propio cuerpo se transforma en límite, puesto que se morirá antes de alcanzar su sueño.

Se dice que el padre de Kafka, un día, para castigarlo, lo dejó afuera de la casa, toda una noche de frío y nieve. Eso nos hace pensar en otra de las constantes en su obra: la condena. Muchas veces estas condenas no tienen fin. Lo interesante es que los proyectos infinitos que “deben” construir sus personajes pueden ser interpretados como una condena cuando vemos que se trata de trabajos infinitos. Su infinidad genera la angustia y luego genera una condena. Esto es la repetición hasta la saciedad, de maneras muy sutiles, del viejo mito de Sísifo, aquel pobre griego que debía cargar una piedra y cuando llegaba a la cumbre esta piedra caía al despeñadero. Como diría Camus, el mito de Sísifo nos conecta con el absurdo. El infinito es una condena porque en la mente del castigado sobreviene la angustia y el sentimiento de que los acontecimientos son absurdos. ¿Quién es el castigado? Al parecer no los personajes, porque ellos se mantienen en la inocencia, como Sísifo, que volverá a cargar su piedra como si hubiera olvidado por completo que la piedra se le cayó hace apenas un minuto. Los constructores de la muralla siguen con tesón su tarea, el ayunador seguirá sin comer, etc. Pero al lector le pasa lo desagradable. Es como si Kafka estuviera usando un extraño método para sacarnos en cara sus miserias: literatura. La metáfora de Sísifo cruza la obra de Kafka, aplicada o “aterrizada” a diversas situaciones, muy abstractas por cierto. Nuevas situaciones para el viejo mito. Uno se pregunta, ¿es posible seguir buscando más aplicaciones de la metáfora? ¿Es esa una senda todavía por recorrer? Los autores se repiten, toda escritura es una reescritura. Sin duda que abundan los chilenos angustiados ante el infinito. Sin duda que hay escritores que asustan a sus lectores con el infinito. Aunque no sean ellos los más talentosos para hacerlo; son mucho mejores las financieras, la justicia, el poder, los medios, el conocimiento, la violencia, el dolor. Los mismos culpables de siempre. Al escritor no le queda más remedio que retratar la sociedad en que vivimos, otra vez como siempre.

Bibliografía:
En castigo léase los siguientes cuentos de Kafka
[1] Ante la Ley
[2] La construcción de la muralla china.
[3] Un mensaje imperial
[4] El artista del hambre

lunes, 26 de mayo de 2008

La Navidad no existe más

Ayer fue ese día que todos los niños esperan y que los adultos a esta altura desprecian, sin aceptarlo: el día de la noche buena. A mi, para ser francos, no me gusta la navidad y me parece mas bien una “nadidad”. Vayamos por partes:

1. La navidad celebra el nacimiento de Jesus, llamado el Cristo y tambien el Mesías, para otros es el “jesucristo” y figuras semejantes. Yo hace rato que dejé de creer en la existencia de este personaje y me adhiero a la hipotesis (ya no recuerdo al autor, pero su libro era muy cnvincente) según la cual “Jesus” es una construcción literaria, que cualquiera puede hacer, utilizando como datos las afirmaciones de los profetas hebreos. Los profetas decían “será de la estirpe del rey David”, pues bien, se le hace nacer en Belén, lugar de origen de David. La cronica usual olvida que David tuvo como no se cuantas concubinas y medio Israel (de los tiempos de Herodes) era descendiente de David. La hipotesis de la construcción literaria de los Evangelios es avalado por los mismos evangelios. A cada rato y de manera harto sospechosa está diciendo “y esto ocurrió para que se cumplieran las palabras de profetas Isaias”. Lo cual bien puede querer decir “y esto se me ocurrió para que calce con las palabras del profeta”. Ustedes me dirán “¡Como que no existió!¡ Si los archivos romanos lo indican”. La verdad es justamente la contraria, los archivos romanos no la indican y eso que los romanos eran muy meticulosos y anotaban todo. Existe una nota acerca de un rebelde que se le condenó a la cruz (como a casi todos los revbeldes de la época que además eran muchos), pero que logró burlar la justicia y huyó del país en un burro. Dicha crónica es de 100 años antes del nacimiento de Cristo. La relación es que el tipo se trataba a sí mismo como el verdadero Mesías, cosa que no tuvo mucha influencia en sus congeneres. Por otro lado se encuentra un par de líneas del historiador judío Flavio Josefo, el cual poseía formación griega. El escribió una historia de los Judíos allá por el años 40 DC. En esas líneas dice que existió un hombre que fue el mesías, pero que fue condenado a la cruz. Lo curioso es que el tipo habla en esas dos líneas en un tono impensado para un judio muy practicante como lo era él: dice que el mesías ya vino. Investigaciones posteriores indican que se trata, nada mas y nada menos, que de una “interpolación” medieval. Como las hay por montones, en todo el nuevo testamento. El evangelio de San Marcos, descubierto en Qumran es 50% mas breve que el que cada uno de nosotros tiene en su casa.

2. Resumiendo la navidad señala el nacimiento de una figura que yo creo jamás nació, a no ser que, un hecho interesante desde el punto de vista literario, se celebre la invención de su figura por parte de intelectuales judios de formación griega. Como lo fueron Lucas y Mateo. Por lo tanto ¿porqué tendría que celebrar yo la Navidad, asignandole un sentido cristiano? Está el sentido cultural, innegable, hace ya mas de quinientos que esta tierra tiene una historia que no se entiende sin la existencia del Cristianismo. Todos los niños en Chile celebramos alguna vez la navidad y eso genera sentimentalismos ad-hoc. Por supuesto, respeto las costumbres sociales y no tengo ningún interés en cambiarlas. Soy acristiano, mas que anti.cristiano y la precisión no es gratuita.

3. No puedo dejar de lado otros hechos, aunque afecte la coherencia lógica de este texto: hace 500 años en chile nadie celebraba la navidad porque a Chile no había llegado esta religón nacida en medio oriente. En esa época la religiosidad que se tenía en Chile estaba basada en cosmogonías de los pueblos indios y se trataba de una cosmogonía (claro está) hecha en concordancia total con el ambiente que les rodeaba: muchos ríos, montañas muy altas y mar hacia el otro lado. No voy a caer en la tentación barata de decir que se trata de la mejor forma de religiosidad posible. Era la mas adecuada al entorno, eso si. No podemos olvidar que el Cristianismo se impuso en America con sangre, con mas odio que con amor y para la “Navidad” mi recuerdo va para las victimas de Cristo mas que para sus beneficiados: los pobres y mansos de espiritus. Cosa que es discutible, porque en 2000 años de Cristianismo el tema de la pobreza sigue en la agenda y mas bien parece que el Cristianismo no busca mas que perpeuarla para así asegurar un “mercado cautivo” a quien dirgir su prédica. Como dijera Nietzsche con mucha lucidez “el cristianismo es un religión de esclavos”. Dirigida al rebaño. Y si no tiene rebaño se le genera por la fuerza. En Europa fue lo mismo. La edad media es rica en ejecuciones a bárbaros que no abrzaban la cruz. Se les tildaba de satánicos (idéntica estrategia se usó en Chile. Ercilla dice “los araucanos adoran a lucifer”), Dionisos era el Demonio, los rituales a dionisos eran “pactos con el demonio”, Diana era “una bruja” y sus rituales eran “aquelarres”. La hoguera fue el destino de todos ellos y en América fue el descuatizamiento.

4. Después de todos los datos que doy en este texto (y les aseguro que no son mas que una mínima parte del total) me pasaría de inconsecuente si me “emocionara” por el nacimiento y los pastores y la “virgen” sin pecado (jua, como si follar fuera una maldad y no follar una bondad) y con un José del cual no se sabe ni jota. Por eso, disfruten la navidad por lo que de verdad significa: un tiempito que nos reserva el sistema para estar con nuestras familias y dar regalos a pendejos que, quizá, no vuelvan a recibir familia ni regalos hasta el próximo 25. Amén.

martes, 6 de mayo de 2008

Steimbeck, un norteamericano cualquiera


No es común hallar norteamericanos con vocación social. Uno podría recordar, con dificultad, algunos ejemplos: Saco, Vanzetti, Luter King, Bob Dylan. Se contra- argumentará, con razón, que los nombrados eran marginales y, por ello, se opusieron a lo que consideraban un mal sistema. O se dirá que los dos primeros eran inmigrantes italianos con escaso dominio del inglés, el tercero un negro y el último un judío. Pero un gringo de verdad, rubio y carapálida, pero con vocación social no es fácil de hallar. Se está acostumbrado a pensar en el yankee imperialista o en el yankee “go home”, tipos de uniforme militar o de uniforme ejecutivo, metidos en guerras cuyo objetivo es siempre la rapiña.


Con esa desconfianza y ese prejuicio uno llega a Steimbeck. Y resulta que el tipo influyó en el muy chileno y muy izquierdista Nicomedes Guzmán (La Sangre y la Esperanza) o en el chileno- argentino y anarquista Manuel Rojas (Hijo de Ladrón, Sombras contra el muro). Manuel Rojas terminó viviendo en USA, casado con una estudiante norteamericana que “secuestró” y no me extrañaría que todo haya sido motivado por Steimbeck. Luego uno se entera que ganó el Nobel y que muchos de sus libros han sido películas con éxito de taquilla. Entonces, por lo menos, por curiosidad, dan ganas de leerlo.


Tengo al frente mío (mas bien al lado) la novela “La perla”. Una epopeya entera resumida en 100 páginas, donde el protagonista es Kino, un campesino pobre y bastante maltratado. En un estilo breve, que nos recuerda “El viejo y el mar”, nos cuenta como Kino de la noche a la mañana se vuelve rico al encontrar una perla valiosa. Un ser mínimo pasa a ser el centro de la atención en su aldea. Todas las malas artes y estrategias de los poderosos – que en este caso son de poca monta- se ponen en marcha para arrebatarle la perla a Kino. Y al final el triunfo no será de nadie, pero nos quedará la sensación de que las cosas podrían haber sido mejores.


También se halla a mi lado “En dudosa batalla”. La historia nos cuenta acerca de un grupo político, escaso de recursos, proscrito, sin ningún triunfo que mostrar como no sean las pateaduras frecuentes por parte de la policía. Sin embargo, son expertos en el arte de la agitación. Dos de ellos - Jim Nolan, un soñador que no lleva mas de una semana en la organización y Mac, un tipo experto, pragmático y que “nunca duerme”- se infiltran en una cosecha de manzanas, en el estado de California, y logran armar una huelga. Los hechos ocurren durante la depresión y la situación es muy dura para obreros, marginales y temporeros. La situación no es muy diferente a lo que uno acostumbra a ver en Sudamérica. Nuevamente el poder despliega una capacidad casi infinita: control de los medios, amedrentamiento, amenazas, muerte, cárcel y por sobre todo mucha policía. Pero los campesinos tienen, esta vez, una pequeña oportunidad. Y aunque fracasen, como nos indica Mac: “empezaremos de nuevo, siempre. Somos porfiados...”.


No son sus novelas más famosas. Lejos, casi a punto de ser conocidas por el hombre de la calle, están “Las uvas de la ira” y “Al este de Eden”. Ambas llevadas al cine, ambas excelentes novelas, nos dejan con la sensación de que Estados Unidos ha sido construida con sangre de muchos inmigrantes anónimos, de tipos pobres y perdedores, de esclavos. La brillantez del imperio se hace humo. Y la enseñanza, de importancia, es que los poderosos han sabido siempre llevarse la mejor parte. Sea donde sea, contra campesinos yankees o campesinos latinos, la ambición sigue actuando en la sombra. Steimbeck da algunas luces para detectarlos a tiempo.

Bibliografía:

[1] En dudosa batalla

[2] La Perla

[3] Las uvas de la ira

[4] La luna se ha puesto

[5] Al este del Edén.