martes, 10 de marzo de 2009

El materialismo

El materialismo no sé que cosa será. Es una palabra bastante utilizada. Incluso yo he recurrido a ella, a pesar que no la tengo del todo clara. La verdad es que considero que para tener una visión cabal del asunto debiera hacerse uso de Marx y secuaces. No niego que no los he leído nunca muy en serio. Casi a puros divulgadores (como Lucaks o Fromm) y uno que otro párrafo selecto.

Sin embargo los que usan la palabra materialismo están en las mismas. Y la usan con abuso. El tema es que la usan en un sentido más restringido. Se dice “putas que eris bien materialista”, cuando el tipo está pensando en plata o dinero. Es decir un materialista será una especie de insaciable coleccionista que se siente feliz cuando tiene una moneda más. Los hombres son astutos. Los que poseen esta afición utilizan todos los recursos que tienen a mano: capacidad de disuasión o negociación, violencia, inteligencia, etc. Llegan a poseer grandes sumas.

Respecto de lo anterior, hay dos puntos en los que me quiero detener. Uno es acerca de “la colección”. Creo que es una palabra importante; la avaricia es una forma de coleccionismo, pues el que junta dinero utiliza los mismos circuitos mentales que el que junta estampillas o millas. La idea es juntar, y la felicidad es grande cuando se tiene un elemento más. En el fondo casi todos somos coleccionistas. La sociedad de consumo impone que consumamos con regularidad, un consumo que va más allá de las necesidades básicas o, siendo más preciso, ya se han vuelto básicas para la sociedad en que se mueve el individuo. Podemos coleccionar artículos electrónicos y así pasamos a engrosar el mercado de los consumidores de electrónica, siempre al tanto de nuevas variedades, etc. Hay algunos más obsesivos y afanosos en esta tarea, pero todos, cual más cual menos, coleccionan. Es una actividad corriente en nuestra sociedad.

El segundo punto tiene que ver con los efectos de nuestras acciones. Coleccionar asesinatos no es lo mismo que coleccionar estampillas. Algunas colecciones producen daño en los demás. No se puede olvidar sin embargo, una de las más importantes: Coleccionar empresas. Se está coleccionando una entidad abstracta, pero detrás de ella hay otros humanos involucrados. Ocurre que a veces esos humanos sufren. En todas las épocas, incluyendo la actual. Y ese sufrimiento debe atravesar una barrera infranqueable para que llegue a oídos del coleccionista de empresas. Pues éste solo está rodeado de gente que ayuda en sus objetivos. Quizá en la sucursal estación central de una de las farmacias que componen las inversiones en salud de uno de sus holding se encuentra un hombre de edad mediana que colecciona amores y se halla en trámites con una vendedora y de pronto se entera de la fusión de la cadena de farmacias con otra cadena que se acaban de comprar “los dueños” lo que generará el despido masivo y el daño a uno de sus amores.

El daño que comento no necesariamente tiene que ver con personas de manera directa; también ocurre de una manera más tenue y solapada. Suele suceder que en este afán de empresarios se generen negocios que la sociedad no necesita. Allí uno de los ayudantes del coleccionista dice: “don Máximo, no hay mercado”. O puede que no lo diga, porque antes de decirlo ya habrá elaborado y aplicado la solución: crear el mercado, mediante las estrategias de marketing. Esto significa, en la práctica, que se debe convencer, a la mayor cantidad de gente posible, que necesita determinado producto. Por ejemplo determinado tipo de pantalón o cierto juguete. El problema surge cuando se hacen conteos de respecto de la energía utilizada. Tanta para fabricar el producto, tanta para la campaña de marketing, tanta para la gestión. Cuando ya lo ha comprado, el consumidor se da cuenta que no necesitaba el artículo como creyó al principio y lo termina abandonando en algún recóndito lugar. Y de ahí a la basura. Sospecho que la cantidad de energía que se ha despilfarrado en estas tautologías alcanzaría para resolver todo el problema energético actual, alimentación, etc. Entonces ¿economía centralizada? ¿O libre con leyes restrictivas?. Aquí aparecen los doctores de Harvard o Chicago con sus recetas de siempre. Excepto en las crisis (como la que estamos viviendo): todos los doctores de Chicago ahora desprecian al libre mercado. Todos andan echando una miradita a los manuales marxistas.

martes, 3 de marzo de 2009

El inicio de la Edad Media

Cuando Roma estaba a punto de irse a la misma mierda surgió, quien sabe de donde, de las entrañas de la tierra seguramente, una fuerza histórica que vendría a reemplazarlo todo. Una extraña mezcla de tradiciones provenientes de todas las culturas de la época, de religiones notables, complejas y antiguas. La violencia estaba también por doquier, la guerra y la invasión, tenida como una manera honesta de ganarse la vida. No se puede negar que los bárbaros fueron, después de todo, unos piratas cuyo interés no era místico. El objetivo era llegar a tener el mayor número posible de aldeas que saquear.

Los bárbaros de los tiempos romanos querían tierra y querían tranquilidad. Presionaron intensamente para que el imperio, al cual juzgaban inexpugnable, les diera protección. A cambio ellos colaborarían en la protección del imperio, en alguna media. No poseían los siglos de estrategia ni el armamento sofisticado de los romanos. Se tenían a sí mismos, tenían la “fuerza” para seguir adelante.

Los romanos permitieron esta intromisión, por displicencia y porque no les quedaban demasiadas opciones. La incorporación de los bárbaros al ejército establecido implicó presiones por oro. El oro fue entregado o prometido por los emperadores romanos. Cuando no se cumplieron las promesas se alzaron los regimientos contra el poder central. Es curioso: estando fuera los bárbaros tenían miedo. Estando dentro del imperio (y del sistema) el temor supersticioso desapareció y se instaló algo mucho más duradero: la ambición. La ambición fue como una bola de nieve. Creciendo cada vez más hasta alcanzar niveles tan exorbitantes como desear tener el imperio mismo. Todo el poder para sí. Mientras otros bárbaros seguían presionando las fronteras, gente venida de regiones aun más lejanas y frías, precedidos por las ratas y la peste. Hablamos de los hunos. Los hunos atacaron constantemente al imperio y este se defendió como pudo. Aecio los mantuvo a raya mediante engaño, dinero y algunas victorias militares. Pero no fue suficiente. La caída fue inminente. Los ostrogodos, que hacía un siglo se habían instalado en lombardía, instalaron a su rey en el poder.

jueves, 26 de febrero de 2009

Dos métodos opuestos

Cuando se está en el ejercicio del arte (o en el ejercicio del vivir incluso) se tienen varias opciones para moverse. Creo que hay, al menos, dos extremos opuestos. Uno de ellos es planificar desde un principio lo que se hará. Cuando se planifica la situación se la mantiene siempre bajo control y ese control nos llevará siempre a un final esperable. El artista es un dios que crea según los arbitrios de su voluntad. Es un método eficaz si se tiene una claridad mental que puede ser pensada como sobrehumana. Los campeones de dicho método han pasado a la historia. Otra opción es empezar sin planificar. La idea, un poco, es descubrir. Es decir, entrar en una búsqueda profunda y fecunda. Con este criterio nada está descartado de antemano. Cualquier elemento podría tener un lugar en el tremendo rompecabezas llamado obra de arte.

Lo cierto es que nunca se utilizan de manera perfecta uno u otro método. La verdad es que se planifica un poco, se descubre otro poco. Deberíamos decir, más bien, que la obra de arte es un vector de dos componentes. Por un lado la idea precisa de lo que va a hacerse y por otro lado el descubrir. A las academias les da con lo primero y al autodidacto le da con lo segundo. Para las academias es fácil: nos hacen creer que están planificando cuando en realidad se saben el final de la historia. O sea, hacen trampa.

Lo interesante es que (ya lo anticipé) la vida también tiene estos componentes. No me parece sano andar reprimiendo un componente a priori. Quizá la gran tragedia de áreas profesionales como la ingeniería es que sus integrantes viven usando “la voluntad”, bajo un estricto criterio de cumplimiento de metas, olvidándose del descubrimiento de cosas. Descubren, pero casi siempre la agenda ya ha planificado cuándo descubrir y en qué dosis.

Supongo que lo mejor es mantenerse fiel a sí mismo. No engañarse. Respecto de la búsqueda no se debe caer en la tontera de ser fiel a los dictados de alguna determinada ideología. ¿Por qué habría que hacerse tal cosa? ¿Por que la ideología es la verdad? Es más justo seguir a “la verdad en si”, adonde quiera que se esconda, consciente que llegar a ella es imposible (o por lo menos extremadamente lejana y por lo tanto el camino que queda por recorrer es quizá más largo que la vida de un hombre) de tal manera que no nos queda más que estar en movimiento. La quietud (mental, por supuesto) piensa que ya se llegó a la verdad. “No hay nada que andar buscando. Tenemos las respuestas”. A pesar del hecho experimental que indica que la mayor parte de los humanos caen en la “quietud” a medida que envejecen (un mono viejo no aprende trucos nuevos, etc) sigo adhiriendo a la búsqueda y al descubrimiento. Con este argumento me termino por comer la cola como sucede siempre con los argumentos.

martes, 24 de febrero de 2009

Contrabatman

Lo primero que un posible espectador debe saber, cuando se pone en trámite de ver la película, es que está frente a una película para niños. Ese es el código básico: entusiasmar con una historia insulsa y llena de clichés y guiños a otras películas o a otras historias. Se me argumentará que toda historia viene de otra o como diría Borges “toda escritura es una reescritura” ( en una frase que además no es de él), claro, todo eso es verdad. Pero el talento del director está en que no se note cuando se ha pedido prestado de otras películas.
Una historia prestada (aunque se desarrolla distinto) es la historia de amor que se presenta en Batman. Se trata de un triángulo amoroso. Por un lado el solitario Bruce Wayne, un héroe en la oscuridad y que para los ojos del mundo es un frívolo dandy. Por otro lado el héroe “público”, el héroe que se maneja en el mundo de la política real, es decir en el mundo de los adultos. En medio: la chica, que ama a Batman, pero que prefiere quedarse con el héroe real porque no es correcto que una chica como ella abandone al verdadero héroe por irse con un “ser de la oscuridad”. Hay que decir que, a pesar del heroísmo indiscutible de Batman, éste no deja de ser un niño que ama demasiado los juguetitos. Después volveré sobre el tema de los juguetes. Pero por ahora: la historia de amor que se presenta ya la había mostrado Casablanca. Por un lado Rick y por otro lado Víctor Laszlo. Este último un verdadero héroe húngaro que busca la liberación de su país. La chica se queda con el héroe porque es lo correcto. Lo curioso es que en ambos casos “el ser de la oscuridad” (Batman o Rick, que incluso se hace acompañar de un pianista negro) acepta que lo mejor es que la chica se quede con el héroe público. Y están dispuestos a verla partir, aunque la besen antes de dejarla.
Por eso en Batman uno espera que la chica se vaya con el héroe y que batman se aleje hacia el horizonte con una melodía triste de fondo. Pero no, no ocurre eso. El héroe publico (en lo que podría calificarse de una continuación de Casablanca traducida a los parámetros Marvel), se transforma en una especie de monstruo que busca destrucción y venganza pues el malvado de la película (el guasón) le ha envenenado el alma con lo único que podía quitarle el heroísmo: la muerte de la chica. ¿Por qué el director, el guionista o quien haya tenido la idea eligió ese camino?. Por una razón muy simple: había que salvar la imagen y reputación de Batman. Creo que Batman disfrazado de Humprey Bogart no quedaba bien frente a los niños. Había que dejar en claro que frente al guasón, que es un rival de peso, sería Batman quien triunfe. La muerte de la chica es un sacrificio: no creyó suficiente en la misión de “el señor de la oscuridad”.
Vuelvo al tema de los juguetes. Claramente Batman es un niño grande que utiliza toda su fortuna para crear juguetes cada vez más sofisticados con los cuales oponerse al mal. Ahora, esos juguetes, además traen aparejada una imagen de héroe que retrata muy bien a los norteamericanos. No se trata de un héroe como El Zorro o Bruce Lee que triunfan gracias a su habilidad. Se trata de un héroe que triunfa gracias a ingenios tecnológicos. Exactamente como triunfan los gringos en medio oriente. Por lo tanto es Batman una metáfora de héroe con tufillo a partido republicano. No es un héroe, nuevamente, como el zorro o Manuel Rodríguez que están siempre “contra la autoridad”: batman es amigo de las autoridades y su objetivo es ayudarlos. Es también el tipo que trata de hacer justicia con sus propias manos, exactamente lo que propone la agrupación.
Corrijo el inicio del artículo: es una película para niños, sí, pero para niños que serán los Conservadores del mañana. Véala con moderación.

martes, 13 de enero de 2009

Spider (de Cronemberg), un hombre sin sentido de realidad

Siempre se presenta la dicotomía entre las películas “profundas” y las películas “entretenidas”. A las primeras se las califica de serias y a las segundas de frívolas. Sin embargo, a mi juicio existe un amplio grupo de películas donde dicha dicotomía no existe. “Spider”, de David Cronemberg, es una de ellas.

Desde la escena inicial, el filme nos plantea el reto de entrar en la mente del personaje y saber que pasa en ella. Lo que pasa por la mente del sujeto (no es lo único) es la alucinación, lo comprendemos con el correr de imágenes pesadillescas y degradadas. Spider es un hombre alucinado que cree saber con claridad como funciona el mundo, pero su aspecto angustiado delata un permanente estado de sospecha y temor respecto de su entorno. Spider está siempre desconfiando, siempre sospechando y siempre mascullando comentarios para sí, que los demás no oyen. Hacia el final de la película (y con esto me adelanto bastante), la realidad se le aparece una cosa extrañísima, que no comprende, que no ha comprendido nunca. Que no comprenderá nunca y que volverá a jugarle malas pasadas.

Por suerte para el hombre hay una cierta constancia en la vida, por lo tanto puede realizar estrategias de sobrevivencia. Son las estrategias de sobrevivencia correctas para el mundo en que cree vivir, después de todo Spider no es tonto. Pero esas estrategias de sobrevivencia, que van haciéndose cada vez más peligrosas para quienes le rodean, y más peligrosas para el propio Spider, chocan con lo inesperado de manera creciente. Y al hacerlo, el personaje sufre una creciente perdida de sentido. Como su actuar, además, está contra las normas del mundo “normal” (Spider es un “anormal” durante toda la película y durante toda su vida) se le caracteriza como “loco” y, de esa manera, Spider ha tenido que pasar encerrado bastante tiempo. El encierro no es solo generado por el sistema de salud. Lo genera también el propio Spider. Ese es aproximadamente, el giro de los acontecimientos en la película.

Podría decir que “el fondo de la película es la locura, la forma en que la locura atrapa a un hombre y lo vuelve un ser marginal”, pero esa es solo una primera lectura. Porque la película también nos presenta una visión crítica de la familia pequeño burguesa. La familia de Spider, en su niñez, es su padre y su madre. Un entorno correcto y adecuado desde un punto de vista democristiano y, sin embargo, es este ambiente el que engendra una mente como la de Spider. ¿Por qué?. Cronemberg no hace aquí una presentación realista de las familias, sino una representación altamente simbólica; no es fácil darse cuenta al ver la historia por primera vez. Hay, en todo instante, una dinámica Edípica en el comportamiento de todos los integrantes. Es una figuración Edípica bastante canónica, por lo demás, donde cada uno de los personajes juega su papel a la perfección. El niño odia al padre que le quita a la madre, a “su” madre, a la madre tal como Spider la quiere, buena y pura. Se la reemplaza por una mujer burda y chabacana, una prostituta de la calle, que bebe, fuma y se comporta de manera lujuriosa. Estas dos madres, que Spider pone (y “opone”) en evidencia con su visión de mundo, son al final una sola persona y el personaje lo descubre demasiado tarde. A esa altura su mente se ha separado de la misma forma en que lo ha hecho su madre.

El filme también muestra una cierta visión acerca de la infidelidad. Una infidelidad que aparece en el padre de una manera desagradable, ligada al crimen y a la irracionalidad. Es más una urgencia sexual, perversa, que una aventura de amor. Se nos aparece un tipo que está deseando escapar de su hogar, de una casa quizá demasiado monótona y calma. Para la mente de Spider (todo el pasado lo estamos viendo a través de sus ojos), su padre elige a la primera mujer que le satisfaga la urgencia y con eso el padre destruye a la madre y a la “familia feliz”. La mujer hace algunos esfuerzos por evitar la infidelidad. Se compra ropa sexy para atraer a su hombre. En los ojos de Spider, la mujer no logra retener a su hombre. A pesar de ese fracaso, Spider comienza a entender que no es él el favorito de su madre, ni es él el único que atrae su atención. Spider comprende que su madre está pactando con el enemigo (su propio padre). La infidelidad del padre se desarrolla rápidamente a los ojos de Spider. Todos en la platea participamos en el desprecio por la amante y por el padre. “Son unos malditos criminales”, escuché decir en la butaca de al lado. En cambio, profesamos gran ternura a la madre, una mujer inocente y buena.

El director logra, con gran maestría, convertir al espectador en una variedad de Spider. Hasta que nos llega la sorprendente verdad final. Y los sorprendidos somos todos, el personaje y los espectadores. El espectador siente que él también merece el encierro, que él también está loco, que su propia madre está dividida en dos. La escena del automóvil alejándose hacia el manicomio es también un alejamiento hacia la infancia del personaje. Una segunda vuelta es necesaria. Cosa que, gracias a nuestro poder como espectadores, podemos llevar a cabo para salvarnos de la locura. Spider no tiene tanta suerte; ha entrado en un ciclo infinito. Conocer el secreto (“la verdad”) permite acercarnos a otros detalles que pasan desapercibidos al principio. Detalles constructivos que nos convencen de haber sido engañados durante mas una hora. Un pequeño pero importante ejemplo: existe una sola actriz para representar a tres personajes distintos que van pasando por la cabeza del protagonista. Sin embargo esos personajes son todos el mismo: una visión, una parte de la madre, una de las formas bajo las cuales se manifiesta la madre.

Es una película absolutamente recomendable. Una película que, si peco de exagerado, debieran verla todos los Santiaguinos las dos veces que señalo. Esta película es ideal para resolver conflictos Edipicos y de esa clase de conflictos el santiaguino está lleno.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El país de las sombras largas, de Hans Ruech

El libro “El país de las sombras largas” es uno de los libros más bellos que he leído. Pero no basta con esos adjetivos casi mamones, a esta altura. Porque es también una novela instructiva. No sé si lo que se cuenta en ese libro posee la rigurosidad antropológica, pero la forma en que se presenta la hace tremendamente creíble.

Actualmente es un pueblo que vive integrado en la modernidad. El esposo de la candidata a la vicepresidencia norteamericana era inuit. Prontamente alcanzarán, además, la independencia política. Y su territorio ancestral (uno de sus territorios) está lleno de riquezas petrolíferas que podría llamar la atención de su ambicioso vecino USA.

Pero en los tiempos del libro, la modernidad no había llegado. En los tiempos del libro la vida se abría paso con dificultad en este mundo helado. Hay montones de detalles que llaman la atención y que son casi graciosos. Por ejemplo, las temperaturas llegan perfectamente a los 50 grados bajo cero. Uno de los protagonistas (que en la versión cinematográfica era protagonizado por Anthony Queen) se saca la polera cuando hacen 10 grados bajo cero porque “le da calor”.

El estilo de la novela es asombroso: ahí donde todos los escritores (o aspirantes a) se devanan los sesos tratando de hacer una novela ágil, Hans Ruech lo logra de una manera que parece simple. En las 284 páginas que posee mi edición, el autor cuenta la historia de tres generaciones de inuit. Y la acción no decae nunca.

Sin duda lo que más sorprende al lector son las costumbres sexuales, a estas alturas largamente comentadas: el esquimal presta la mujer al prójimo sin cuestionamientos ni celos. Es más: es grave no aceptar la mujer cuando se la ofrecen. Se corre el riesgo de morir. A esto los personajes le llaman “reír”. Es interesante el alcance. Porque el eufemismo no alude de manera brutal al sexo, alude a la alegría que se produce al estar acurrucado con una mujer. ¿Por qué el esquimal no se complica la vida con esto? (o más bien, no se la complicaba, porque dudo que el señor Palin vaya por ahí ofreciendo a Sara). Mi respuesta la escasez de mujeres en esas regiones da para esos extremos. ¿Le parecía excitante al inuit imaginar cómo, dentro del iglú, le hacían el amor a su mujer?. Yo creo que no eran capaces de esa clase de perversión. El frío polar no da para esa clase de fantasías. En otro artículo comentaré el significado de compartir la mujer en la sociedad actual.

martes, 9 de diciembre de 2008

Brazil, una anti-utopía

Muchas cosas se han dicho acerca de la película Brazil. Entre ellas, la más recurrida, es aquella que dice “se trata de una película que retrata la alienación del mundo moderno”. Es curioso observar, sin embargo, que no se trata de una película sobre el futuro, tal vez ni siquiera sobre el presente. Por supuesto, la película es mucho más de lo que el análisis revisteril ha querido mostrar.

Partamos por lo básico. Brazil cuenta la historia de una ciudad, y de un hombre dentro de ella, que viven la burocracia al punto que esta lo domina todo, incluido el terreno de los afectos. El sistema se hace funcionar de manera “perfecta” a base de miles de funcionarios ordenados y eficientes que jamás cometen errores. Al menos eso es lo que pregonan los líderes. El protagonista es otro funcionario más, un tipo existencialista, que se cuestiona su entorno y, mas aún, cae constantemente en el vicio de la ensoñación, lo que lo lleva a vivir una especie de doble vida. Es un hombre con deseos de rebelarse y diariamente lleva a cabo algunos pequeños e inocentes sabotajes. Hasta que termina convirtiéndose en un auténtico rebelde. Y eso le lleva a un destino inevitable, del tipo que corresponde a esa clase de marginales.

Como ya lo adelantaba, no se trata de una película que hable del presente, no para mi gusto. De todas formas es un futuro que pudo “haber sido” de continuar las condiciones imperantes en el ámbito estatal hasta finales de los 70. Pudiese ser que relate de manera eficaz la realidad del Uruguay de los 60, ese que aparece retratado en novelas como “La Tregua” de Benedetti o “Un pequeño Café” de Marco Denevi. Del Uruguay de esos años, se decía que era “toda una enorme oficina”, a tal extremo lo había consumido la burocracia. Prácticamente todos en Montevideo trabajaban para el Estado, en alguna de las infinitas reparticiones públicas que le componían. Estamos hablando de una época en que no existían computadoras, lo que significa que no era posible acumular información en formato electrónico hasta un limite casi infinito, como es la situación actual. Tampoco existía la capacidad de procesamiento electrónico rápido. En definitiva, la solución fue convertir al estado en una “máquina de procesar” donde cada elemento hacía tareas únicas y diferenciadas. Una especie de “Fordismo” aplicado a las organizaciones. La película “Brazil” muestra una realidad burocrática llevada al extremo. Salvo que hay un nivel de desarrollo tecnológico un poco mayor. Básicamente se mantienen las mismas soluciones tecnológicas de los 60: las computadoras son máquinas de escribir, las pantallas son las utilizadas en los antiguos “microfilm” (aún se pueden ver algunos en el poder judicial chileno), los automóviles del empleado promedio son “huevitos”, el papel y el archivador son los elementos fundamentales, el correo es “neumático”, etc etc. La película está llena de pequeños detalles tecnológicos semejantes.

En Brazil todos trabajan para el estado y el que no lo hace se muere de hambre o se hace rebelde, lo que significa que empezarán a buscarte. De esta forma, el estado se ha metido en todo, lo que hace de esta película un buen ejemplo de obra “Antiutópica” como Fahrenheit 451, 1984, Matrix o Un mundo feliz. En todas ellas se imagina un mundo, en los que un cierto “sistema”, totalmente lejos del control de los ciudadanos, rige y ordena el mundo. El apelativo “anti” viene del hecho que, para el espectador, dichas invenciones son poco deseables. Se plantean moralmente como advertencias, respecto de elementos especialmente totalizadores dentro de la sociedad presente. Por ejemplo, 1984 las emprende contra la televisión y Un mundo feliz, contra las drogas “socialmente establecidas”. Para el caso de Brazil, es absurdo pensar que ese mundo pudiese existir alguna vez: ya estamos demasiado acostumbrados a no ser funcionarios de maquinarias estatales y a un cierto tipo de paradójica “libertad” dado por la instantaneidad del mail, del celular y las noticias al instante. A una sociedad como la nuestra le acecha mucho más un futuro como el mostrado por Matrix, y eso la hace más inquietante que Brazil.

De todas formas, Brazil es una película compleja y llena de metáforas, por el hecho de hablarnos, además, de la evasión. La forma en que el personaje escapa a la totalización y al sistema, es mediante sueños. Sueños que pronto van mezclándose con la realidad, a medida que el avance de los hechos convierte al protagonista en un marginal. El formato de esos sueños contiene muchos de los paradigmas del héroe: la heroína pura y bella, el rapto de la heroína, el horrible monstruo muchísimo más grande que el héroe (resabios del David contra Golliat), la gran batalla del héroe contra el monstruo, el triunfo final gracias a la osadía y la astucia. Pero el protagonista no es un héroe épico. Es un héroe tragicómico y es posible establecer paralelos indudables con otro de los grandes héroes tragicómicos de todos los tiempos: el mismísimo Quijote. Para muestra un botón: la delicada dama de los ensueños del protagonista es, en la realidad, una mujer ruda y vulgar, una auténtica Aldonza Lorenzo de la era burocrática.

A mi gusto Brazil es una película totalmente superada en términos políticos, sin embargo, su estética, su descripción fidedigna de una época, su forma de abordar el eterno tema del héroe, sus guiños al Quijote, su guión establecido 100% sobre la ironía, la convierten en un clásico.